sábado, 16 de mayo de 2009

Ángeles, demonios y un tanto de Larsson



Aviso que esta entrada contiene "spoilers" y pido disculpas por el anglicismo. He visto la película Ángeles y demonios y tal y como esperaba simplemente me ha hecho pasar el rato. Y bueno, me ha llevado a desesperarme más de una vez ante las muchas incosistencias.

Que conste que no he leído el libro de Dan Brown, pues habiendo leído en su momento El código Da Vinci ya sabía lo que me podía esperar. Un libro entretenido para llenar un par de tardes, como les ocurre a los de Matilde Asensi, pero nada más... De ahí que siempre me pareciera inexplicable el éxito de la novela, con la única excepción del misterio que encerraba, la historia de Jesús y María Magdalena y su relación con el Santo Grial, algo para nada desconocido a los aficionados a los documentales o a la historia de Jesús de Nazareth.

Viendo hoy Ángeles y demonios he recordado aquellos libros de las estanterías de mi antigua casa que devoré en su momento, escritos por Morris West, como Las sandalias del pescador, Los bufones de Dios, etc. Libros de intriga vaticana mucho mejor construídos y verosímiles que los de Dan Brown.

Y ya zona de spoilers... Vamos a ver, te dicen que el asesino mata a sus cuatro víctimas junto a esculturas de Bernini que tienen que ver con los cuatro elementos, a saber, tierra, fuego, agua y aire... Vale que yo soy historiadora del arte pero tampoco hay que ser un gran experto en arte ni haberse pateado la Roma barroca para saber que para el fuego la mejor escultura de Bernini es El éxtasis de Santa Teresa y para el agua las esculturas de los ríos de la fuente de la Piazza Navonna... La protagonista es una superwoman especialista en física nuclear, ciencia forense, latinista y no sé cuántas cosas más... pero de historia del arte cero patatero. Bueno, vale, por eso no llega a ser una superwoman del todo pero que de eso no entienda el protagonista que se supone que es un reputado profesor de Harvard especialista en simbología religiosa... apaga y vámonos.

Aún así, ya digo, para pasar el rato... Lo mejor ha sido el trailler de la película Los hombres que no amaban a las mujeres, adaptación de la famosa trilogía Millenium escrita por el sueco Stieg Larsson... ¡estoy deseando verla! Desde que he descubierto estos libros policiacos los devoro como posesa robándole horas a la noche porque por el día ando bastante líada. Así que no me cunden como quisiera. Ahora estoy con el segundo, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, aunque me está costando un poco más. El tercero lo están traduciendo al español y tiene la peculiaridad de que nada más ser entregado por su autor a su editora sufrió un infarto que acabó con su vida. Una pena porque la pareja formada por el periodista Mikael Blomkvist y la extraña pirata informática Lisbeth Salander prometía mucho para formar una larga serie de entretenidas novelas. Los actores que han escogido parecen apropiados aunque, claro, me he desilusionado más con el protagonista, ya que yo me lo imaginaba como un Viggo Mortensen.

Lo único malo es que puede que la trilogía Millenium se esté sobrevalorando demasiado... miedo da cuando ya dicen en el trailler que la película se ha hecho a partir del libro más vendido en el mundo. Que está muy bien, sí, yo misma lo he reconocido, pero que tampoco es para tanto, no se vaya a desilusionar algún lector que por un casual lea todo este rollo y quede convencido de que ha de comprar los libros en cuanto tenga la mínima ocasión.

Aprovecho para colocar el trailler.

4 comentarios:

@JaviMGomez dijo...

Coincido en el comentario sobre Ángeles y demonios... es el mismo estilo que El código da Vinci y uno ya no está para perder el tiempo con lecturas que apenas aportan algo. Dijo alguien en mi blog, y estoy de acuerdo, que lo mejor del código da Vinci son las historias paralelas que te va contando, como el número Phi, o los comentarios que se hacen sobre algunas obras de Leonardo...

Acabo de terminar El último Catón y me ha venido ocurriendo más o menos lo mismo, con la salvedad de que se trata de producto nacional y por lo tanto soy mucho más receptivo.

Para quien no haya visto la peli, si el código da vinci no le gustó que no vaya a verla, porque es más de lo mismo.

Una duda, Wunderk... he empezado El ejército perdido, de Valerio Massimo Manfredi... ¿mola?

un saludo.

Wunderkammer dijo...

La verdad es que El último Catón es de los mejores que ha escrito Matilde Asensi. Pero los últimos...

En cuanto a Valerio Massimo Manfredi tengo que reconocer que no he leído nada, PECADO, es una asignatura que tengo pendiente... Pero le podemos preguntar al gran Sushi de Anguila, que como especialista en historia antigua seguro que nos puede aconsejar. Porque también me quedo yo con la duda de si debería leelo o no...

¡Que alguien nos ayude!

Gracias Javier por tu comentario.

Athena dijo...

No quería leer la "zona spoilers" hasta ver la película y, evidentemente, coincido con usted. Indignante que un tío experto en simbología y, sobre todo, en cosas de la Iglesia católica ¡no sepa latín! Y la tía, italiana, no sepa que Rafael era Sanzio de apellido o que el Panteón era un edificio romano reciclado en iglesia cristiana. Y ya, lo de Bernini... en el momento que dijo lo de los elementos caí en todas las posibilidades a partir de la Capilla Chigi. Vamos, que más papel hubiera hecho yo que el Langdon y la física juntos, no es por nada. Un plan de la Señorita Pepis. "El Código da Vinci" tenía hasta más chicha en ese sentido, iban y venían de unas cosas a otras inesperadamente, aunque es un truño de cuidado, tanto el libro como la película.

¡"La conjura sixtina" al cine yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Wunderkammer dijo...

Exactamente, Athena... un disparate detrás de otro... Lo del Archivo Secreto del Vaticano también es para morirse. Tengo una amiga que investigó allí y el otro día lo hablábamos con ella, seguro que se partiría viendo esas escenas de la película (¿¿un coche ofical ahí dentro??).

Quién nos iba a decir que preferimos la película de El código Da Vinci... (por lo menos disfruté con las escenas en el Museo del Louvre).