jueves, 30 de septiembre de 2010

Entrada ecléctica

Queridos lectores de esta bitácora: últimamente tengo la Wunderkammer un tanto olvidada por lo que en primer lugar me gustaría pedir disculpas. Este verano me apunté en una de mis muchas libretas temas sobre los que quería compartir pensamientos o pensatiempos como diría un amigo. Porque no sé si lo sabrán pero me encantan las libretas y los bolígrafos originales... que no lo digo yo porque pronto vaya a celebrar mi onomástica, no. Aún así tampoco es que las libretas me ayuden a ser más ordenada porque en esa cuestión yo creo que ya soy un caso perdido. Ni Ikeas cerca de casa, ni una carrera universitaria en Documentación, ni mis indagaciones sobre la memoria, museos, archivos y demás... yo ya no tengo solución.
Pero bueno, dejemos a un lado las libretas, que yo quería pararme en la cuestión de las ideas. Que no es que me falten, no, que el problema es la falta de tiempo o mi mala organización. Pero quiero reactivar este pequeño rincón, este pequeño gabinete "ecléctico" que con tanto acierto ha definido mi amigo I. de Ni está ni se le espera. Porque no es sólo esta Wunderkammer, es que en la vida real creo que esa definición me viene al pelo. No tanto en la primera acepción de la RAE sino en una variante de la segunda (escuela filosófica que procura conciliar las doctrinas que parecen mejores o más verosímiles, aunque procedan de diversos sistemas) o mejor, tal y como se entiende en la historia del arte. Ecléctico viene del griego "eklegein" y la idea es elegir de aquí y de allá y llegar a un todo orgánico... o al menos intentarlo. Ya, ya sé, ya, puede que no sea muy original... pero tampoco es lo que se pretende. A lo mejor es más cuestión de versatilidad, aunque ello implique cierta volubilidad.
Y yo que quería empezar con uno de los temas que tenía apuntados en mi bonita libreta negra de bordes plateados de Jordi Labanda.... Al final prácticamente he terminado hablando del tiempo. Que por cierto, lo loco que se pone en esta época del año...
Mañana será, Dios mediante. ¡Ah! A lo que iba... Muchas gracias por estar ahí.

P.S. La foto que ilustra la entrada me la regaló mi amiga E. que recopila magníficas imágenes en sus colecciones que ella almacena en su Facebook. Ya en otra ocasión me regaló un fantástico sombrero de Greta Garbo. Esta vez la bella dama es obra del pintor italiano neorromántico Vittorio Corcos (1859-1933). Gracias, querida E. y que sigas deleitándonos con tus estupendas colecciones.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

I'll stand by you


When you're standing at the crossroads
And don't know which path to choose
Let me come along
'cause even if you're wrong
I'll stand by you

viernes, 24 de septiembre de 2010

Arena diluida

La gota fría se lleva el verano, tinta el cielo de sensaciones otoñales y diluye mi obsesión septembrina por la arena. De las frases célebres que he leído en Wikiquote me quedo con la del escritor chino Lin Yutang: "la vida está compuesta de insignificancias, el año de instantes y las montañas de granos de arena. Por lo tanto no subestimes nada, por pequeño que te parezca". Aunque puestos a elegir algo más poético mejor recurrir a Saint-Exupéry: "A mí siempre me gustó el desierto. Uno se sienta sobre una duna de arena. No se ve nada. No se escucha nada. Y sin embargo hay algo que irradia en silencio".
Tras un desierto de arena yo imagino siempre un mar infinito o una laguna inmensa de agua dulce que permita un oasis. Vida, pues. Algo, además, que es reivindicación casi inherente y que llevamos adherida en el alma los del Levante como la arena húmeda en la piel.
También he leído que la arena representa la multitud, que es símbolo de la matriz y del inconsciente al regressus ad uterum.
El desierto es como una etapa transitoria y siempre necesaria para la meditación y para renovar e impulsar las energías. Arena, reloj de arena, castillos de arena... la arena que inunda las casas fantasmas en Namibia, la sensación transitoria de las formas que han sido esculpidas en la arena... me han servido para clausurar estación e iniciar un nuevo curso. También para pensar sobre nuestra fragilidad, sobre lo pequeños que somos ante la inmensidad del Universo...
Adiós arena, adiós verano... y ojalá pueda sentirte... otro año más.

Suna no oshiro


Kiekakaru inori
kaze ni aorare nagara
sore demo tomori tsuzukete
watashi ga ikudo mo motsure nagara
hieyuku te de
tsukuru suna no oshiro wo
machibuseta nami ga sarau


Mientras, la oración que parece que se desvanecerá pronto,
es llevada en olas por el viento,
sin descanso continuo,
iluminándola, mientras me vuelvo a equivocar.
Las olas se recuestan en la espera,
se llevan el castillo de arena
que construí
con manos heladas

jueves, 23 de septiembre de 2010

Don't know why



I waited 'til I saw the sun
I don't know why I didn't come
I left you by the house of fun
I don't know why I didn't come

When I saw the break of day
I wished that I could fly away
Instead of kneeling in the sand
Catching teardrops in my hand
My heart is drenched in wine
But you'll be on my mind
Forever

Out across the endless sea
I would die in ecstasy
But I'll be a bag of bones
Driving down the road along
My heart is drenched in wine
But you'll be in my mind
Forever

Don't Know Why (Norah Jones)

martes, 21 de septiembre de 2010

Horologium pulvereum


¿Qué tienes que contar, reloj molesto,
en un soplo de vida desdichada
que se pasa tan presto?
¿En un camino que es una jornada
breve y estrecha de este al otro polo,
siendo jornada que es un paso solo?
Que si son mis trabajos y mis penas,
no alcanzaras allá, si capaz vaso
fueses de las arenas,
en donde el alto mar detiene el paso.
(...)

Francisco de Quevedo, Reloj de arena (1580-1645)


sábado, 11 de septiembre de 2010

Arena

Foto: Wunderkammer
En verano,
Tomar un puñado de arena en la mano
Y dejar escapar los miles de granos...
Lentamente...
Entre los dedos.
Y luego recomenzar...

Catherine Rambert, "Arena, Pensamiento de la 185ª noche, 4 de julio", Pequeña sabiduría vespertina (2001)

jueves, 2 de septiembre de 2010

Donde la ruta 6 se cruza con la 66


El primer vehículo que me cogió era un camión cargado de dinamita con una bandera roja. Fueron unos cincuenta kilómetros por la enorme pradera de Illinois; el camionero me señaló el sitio donde la Ruta 6, en la que estábamos, se cruza con la Ruta 66 antes de que ambas se disparen hacia el Oeste a través de distancias increíbles. Hacia las tres de la tarde, después de un pastel de manzana y un helado en un puesto junto a la carretera, una mujer se detuvo por mí en un pequeño cupé. Sentí una violenta alegría mientras corría hacia el coche. Pero era una mujer de edad madura, de hecho madre de hijos de mi misma edad, y necesitaba alguien que la ayudara a conducir hasta Iowa. Estaba totalmente de acuerdo. ¡Iowa! No estaba lejos de Denver, y en cuanto llegara a Denver podría descansar. Ella condujo unas cuantas horas al principio; en un determinado sitio insistió en que visitáramos una vieja iglesia, como si fuéramos turistas, y después yo cogí el volante y, aunque no soy buen conductor, conduje directamente a través del resto de Illinois hasta Davenport, Iowa, vía Rock Island. Y aquí, por primera vez en mi vida, contemplé mi amado río Mississippi, seco en la bruma veraniega, bajo de agua, con su rancio y poderoso olor que huele igual que esa América en carne viva a la que lava. Rock Island: vías férreas, casuchas, pequeño núcleo urbano; y por el puente a Davenport, el mismo tipo de pueblo, todo oliendo a aserrín bajo el cálido sol del Medio Oeste. Aquí la señora tenía que seguir hacia su pueblo de Iowa por otra carretera, y me apeé.
El sol se ponía. 
Jack Kerouac, En el camino (1957)