La gota fría se lleva el verano, tinta el cielo de sensaciones otoñales y diluye mi obsesión septembrina por la arena. De las frases célebres que he leído en Wikiquote me quedo con la del escritor chino Lin Yutang: "la vida está compuesta de insignificancias, el año de instantes y las montañas de granos de arena. Por lo tanto no subestimes nada, por pequeño que te parezca". Aunque puestos a elegir algo más poético mejor recurrir a Saint-Exupéry: "A mí siempre me gustó el desierto. Uno se sienta sobre una duna de arena. No se ve nada. No se escucha nada. Y sin embargo hay algo que irradia en silencio".
Tras un desierto de arena yo imagino siempre un mar infinito o una laguna inmensa de agua dulce que permita un oasis. Vida, pues. Algo, además, que es reivindicación casi inherente y que llevamos adherida en el alma los del Levante como la arena húmeda en la piel.
También he leído que la arena representa la multitud, que es símbolo de la matriz y del inconsciente al regressus ad uterum.
El desierto es como una etapa transitoria y siempre necesaria para la meditación y para renovar e impulsar las energías. Arena, reloj de arena, castillos de arena... la arena que inunda las casas fantasmas en Namibia, la sensación transitoria de las formas que han sido esculpidas en la arena... me han servido para clausurar estación e iniciar un nuevo curso. También para pensar sobre nuestra fragilidad, sobre lo pequeños que somos ante la inmensidad del Universo...
Adiós arena, adiós verano... y ojalá pueda sentirte... otro año más.
1 comentario:
Uauu, últimamente hablas mucho de arena y playa. Me gustan esos soldados.
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