domingo, 31 de enero de 2010

Y los sombreros de Ava

 
Aunque Ava no se queda para nada atrás ;-)

Los sombreros de Greta

Mi amiga E., que es conservadora (de museos), atesora fantásticas colecciones de imágenes en su Facebook. Colecciones de zapatos, de joyas, de sombreros, de ángeles. De la lectura y del llanto en el arte, incluso. Son fascinantes y geniales, como ella.
Me ha gustado mucho la serie de sombreros de mujer y el que nos haya asignado sombreros a sus amigas. El primero de todos es el que me ha tocado a mí. Creo que es Greta Garbo aunque por más que he buscado por la red, no he llegado a encontrar esa imagen, de momento. Sea ella o no lo sea, el caso es que la búsqueda me ha hecho disfrutar del glamour sin igual que tenía la Garbo portando sombreros.

La última imagen la hizo Pablo Gargallo en 1931 y lleva por título Greta Garbo con sombrero. Y también la representó con mechón y con pestañas.

Poema a Greta Garbo

Ábreme las dos puertas de tu casa
quiero besar tu boca que me deja
adivinar el aire cuando pasa
tu corazón envuelto en una abeja

O bien decirme puedes qué te pasa
pálido rododendro triste y vieja
bajo la luna que te pone lasa
mientras te llueve el mundo en una oreja

Sin duda como sueles llorar lloras
Sin duda te desnudas a la luna
Sin duda de costumbre te adormeces

Quiero besar tu boca en esas horas
muertas que mueres tú también de una
supuración de amor algunas veces

Carlos Edmundo de Ory (1923)
Sonetos, 1963

 

Invictus


Invictus

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
William Ernest Henley (1875)

Otra tarde memorable de cine y otra memorable película del gran Clint Eastwood, director y produtor de Invictus. Está basada en una novela del periodista británico John Carlin y lleva por título Playing the Enemy, traducida en España como El factor humano. En la bitácora del amigo Moñino hay una reseña fantástica de la novela, que no había querido leer hasta que viera la película. Les recomiendo que se pasen primero por allí pero, eso sí, al igual que yo, después de ir al cine. Porque yo he ido sin saber apenas de lo que trataba y así ha sido mucho mejor por inesperada.
La película es emocionante desde el principio hasta el final y a mí me ha recordado a aquella que nos vimos tropecientas veces en vídeo mi hermano y yo cuando éramos pequeños, Evasión o victoria (John Huston, 1981). Bueno, no es que me acuerde mucho, porque hace bastante tiempo que no la he visto, pero sí recuerdo esa misma emoción. Y sufrir he sufrido un rato porque siempre me pareció el rugby un deporte demasiado violento. Morgan Freeman está de óscar interpretando a Nelson Mandela: los gestos, los andares y supongo que hasta el acento, que seguro que ha tenido que ser parecido. Me encanta que una película haga que se te salten las lágrimas de emoción, de alegría, de ternura... y ésta lo consigue. Que te haga pensar en que nada es imposible o inconquistable... "soy el amo de mi destino, el capitán de mi alma", como reza el poema en el que se basa la historia. Que trate temas tan universales, invariables, atemporales y humanos. Como todas las películas de Eastwood.
Por cierto, me ha parecido ver a Clint Eastwood en el centro de una corta escena, de verde, jaleando al equipo de los Sprinboks... ¿alguien más lo ha visto?

sábado, 30 de enero de 2010

Up in the Air

 
Me gustan las películas que tienen la capacidad de hacerte reír, de sorprenderte... de hacerte sentir. Y más si nos encontramos con el personaje de un coleccionista. Un coleccionista de millas aéreas. Coleccionista de independencias, de soledades, de personas, incluso. Personas que se decepcionan, que se entristecen, que,  de repente, y por culpa de este hombre coleccionista de millas y por la maldita crisis económica que vivimos, hacen un parón en su vida y se preguntan muchas cosas. Como le ocurre al mismísimo protagonista en la película. Por cierto, ¿he dicho alguna vez que cada vez le tengo más fobia a volar? No es de extrañar que me sorprenda este personaje de Ryan Bingham, que hasta tiene nombre de compañía aérea.
Up in the Air es una película sencilla, con estupendos actores, especialmente Anna Kendrick, y con una ambientación y unos personajes secundarios muy creíbles. Georges Cloony hace el papel de su vida e interpreta a un personaje que tiene mucha empatía consigo mismo. No quiero contar mucho más y os la recomiendo encarecidamente. Es mi película favorita de los óscars... He visto las que irrumpen con fuerza en taquilla, como Avatar o como Nine. Pero yo me quedo con Up in the Air, obra maestra de un joven Jason Reitman (32), que ya nos sorprendió con Juno. Pues eso... que no os la perdáis.

jueves, 28 de enero de 2010

Yo por Athena... hace más de 10 años


Lo primero de todo pedir perdón por haber conservado este dibujo tan mal... así que la expresión de la cara en esta magnífica caricatura va que "ni que pintada" (¡perdónnnn!). La tuve perdida una temporada y otra vez me ha costado encontrarla... ya saben los que me conocen que el orden no es lo mío. Ni la puntualidad, claro. Así que el retrato es genial, llegando yo, así, como deslizándome, después de ir corriendo a todas partes. Como siempre.

La caricatura me la hizo Athena en el año 1999, o sea, hace más de diez años. Años en los que he cambiado mucho, sobre todo en el aumento de masa corporal... Que estaba yo entonces mucho más guapa, las cosas como son. Aquel año estaba casada desde hacía pocos meses, dando clase en la universidad solamente un par de años y a punto de leer la tesis doctoral. Y le estaba impartiendo a una promoción brillantísima una asignatura de 4º de Historia del Arte llamada "Arquitectura Contemporánea". Buen ejemplo de ello es la autora de la caricatura, una alumna excelentísima. Qué buenos recuerdos... y cómo pasan los años.

Athena, yo creo que la fecha que pone ahí es del día que me la dio, ¿verdad? Sé que me la ha pedido muchas veces y que debería haberme hecho una copia pero es que le tengo mucho cariño. Ahora en la Wunderkammer va a estar mucho mejor conservada y lo que voy a hacer, si finalmente me la regala "del todo" es enmarcarla como se merece (bueno, la verdad es que le he hecho una foto y no la escaneado... por eso salen más las arrugas del papel... ya estoy poniendo la expresión esa otra vez, jajaja). Un superabrazo, Athena, y no sabe usted bien lo contenta que estoy de que sigamos frecuentándonos por estos lares.

lunes, 25 de enero de 2010

Veinte años



Nos recuerda Antonio desde su bancalico que hace veinte años que murió Ava Gardner. Y cómo no, nos hacernos eco de ello en la Wunderkammer... Así que cuelgo dos fotografías para seguir acrecentando la colección de imágenes de aquella divina chica de Brogden, Carolina del Norte.

La parte por el todo V


Buena idea la de Nictea la de poner un orden de participación en el concurso "La parte por el todo". Como buena cinéfila vuelvo a recurrir a un fotograma de película y como amante de los museos incluyo un interior. Así que se trata de descubrir la película y el interior del museo donde se desarrolla la escena. Claramente ganará el que antes se acerque por aquí... porque el enigma es bastante sencillo.

La Wunderkammer de África Lozano

El viernes tuve la oportunidad de visitar una auténtica Wunderkammer. La experiencia se la debo al buen amigo Postigo, ese gran murciano de pro aunque sea segoviano. Un hombre entusiasta del arte y la cultura al que siempre le digo que debería tener una bitácora. Aunque tiene su gracia encontrarlo por la calle y que saque de su cartera un pensamiento o una imagen y que vaya y te los regale, así, como si los sacara de la chistera y él fuera un gran mago. Que lo es.
Siempre me hablaba con pasión, como siempre habla él, de las obras de África Lozano. Me insistía en que debería conocer su taller. Así que el viernes a eso de las doce nos acercamos a su pequeño museo de escultura, lleno de cabezas parlantes. Todas tenían su personalidad propia y África les hablaba como si estuvieran vivas: a las cotillas de la parroquia, a los actores de teatro, a los toreros y picadores, a sus serenos y bellos negritos, a los filósofos del siglo XX… Una maravillosa experiencia conocerla a ella, tan simpática, rodeada de esa gran familia que ha ido creando durante toda su vida. Llama la atención que siendo ella tan guapa y con su gran sentido del humor - puede que por ello - busque la fealdad en esas caras tan vivaces, con los rasgos hacia dentro, tan tremendamente expresivos, ora horrendos, ora tiernos.
A mí me llamó la atención una cabecita de un hombre con barba pelirroja, algo que,  creo yo, debe estar muy relacionado con la entrada anterior. Era como si los hombres con barba me miraran especialmente aquel día, como ocurrió desde el principio con la cabeza de un profeta que me saludó en cuanto entré y cuya presencia me acompañó hasta el final, cuando bebimos un poquito de vino blanco en delicadas tacitas con adornos en oro. Porque las grandes experiencias también se saborean y esta supo a anacardos salados fritos con miel.
El arte de África es muy grande y visitarlo en aquel gabinete fue una gran experiencia: el horno de donde salen todas esas creaciones que deben gestarse primero en su privilegiada cabeza, sus estanterías abarrotadas de esos extraños seres, las vitrinas blancas donde se conservan los mejores tesoros, su cuadros con peces de colores… Así que, gracias, querido Postigo, como siempre, por aquella visita en una alegre, fría y soleada mañana de enero, que nunca olvidaré.

domingo, 24 de enero de 2010

Tierra de luz




Vos seáis la bienvenida


El Santuario de la Vera Cruz es un inmenso relicario en piedra y una poderosa atalaya desde la que se domina y controla el territorio. El cerro sobre el que se levanta fue a la vez defensa de la frontera y lugar de reposo de la divinidad que escogió en los días inciertos de la Reconquista este lugar para mostrar su alianza con la causa cristiana, colaborando con su presencia a fortalecer el poder mágico de la montaña.
Cuando el peregrino se acerca a Caravaca percibe desde la lejanía la silueta poderosa del castillo y la forma con que sus almenas envuelven aquel joyel de piedra, para proteger con sus erizadas cresterías el Lignum Crucis venido del cielo y a la ciudad plácidamente extendida por las laderas del monte. La alcazaba escribió la historia de dos ciudades como la vieja Atenas. La ciudad alta, separada por una vigorosa cintura de piedra, otea el horizonte y, con su mirada vigilante, garantiza la seguridad a la otra, confiadamente expandida a la sombra de los muros.
Esa relación convierte las estrechas y empinadas callejuelas de conexión entre ambos núcleos en itinerario de empinadas y tortuosas calles, trazadas en la falda de la montaña como si siempre hubieran rendido perpetuo tributo a la reliquia. Por ellas, el peregrino asciende fatigosamente tras haber orado bajo el cobijo de las altas bóvedas de El Salvador, suspendida su mirada de las ingeniosas geometrías que cubren la iglesia nunca acabada. El perfil de la fortaleza crece a medida que su proximidad la convierte en bastión inexpugnable de torres y tránsitos que van a morir ante los muros del relicario trazado por Fray Alberto de la Madre de Dios. Los colores de la construcción son un poderoso atractivo que excita la imaginación, desde la tonalidad terrosa de los sillares hasta la policromía de la fachada, singular canto a la Cruz, venerada en una oscura capilla, cuyas conmovedoras sombras acrecientan el enigma de su origen y esconden los secretos de su misteriosa llegada.
Cristóbal Belda Navarro, Caravaca, tierra de luz (2009).


Estas palabras expresan muy bien uno de mis rituales favoritos con los que he cumplido cada vez que he tenido la suerte de visitar esa mágica ciudad. Y hace ya unos cuantos que la visité por vez primera aunque no sé precisar si fue con mis padres o con el colegio. Un ritual que consiste en subir la montaña con sus empinadas cuestas anhelando el encuentro con algo misterioso que se encuentra al final del camino. Siempre asocié Caravaca a la cruz, a las yemas y a mi propio nombre, pues probablemente de allí viene. Las palabras citadas pertenecen al libro Caravaca, tierra de luz, publicado con ocasión del año jubilar que en este 2010 se celebra.
Es uno de los regalos que más me han gustado de esta pasada Navidad. Está magníficamente editado gracias al cuidado y elaborado diseño de Paloma Zamora. Los textos pertenecen al maestro, Cristóbal Belda, las acuarelas, impresionantes, son de Martínez Mengual y las fotos de Hernández Pina, Joaquín Zamora y de la misma Paloma, que también ha seleccionado los poemas que acompañan las imágenes. Ya he dicho alguna vez por aquí lo que me gustan los libros de la editorial Darana. Son auténticas joyas de la edición y una siempre los guarda con mimo en la destartalada biblioteca. Cada uno tiene personalidad propia y cuando los abres te hablan, con su armoniosa distribución de imágenes, palabras y colores. Una siempre se sumerge en ellos con placer sabiendo que nunca te van a defraudar. Son una experiencia única y aunque su nombre no se incluya el alma de Carlos Moisés se respira igualmente aquí. Felicidades Paloma porque vuelas sola... vuelas muy alto y vuelas sensacionalmente bien. Y sobre todo gracias, gracias mil.

viernes, 15 de enero de 2010

Ya me voy



94
Ya me voy. ¡Deseadme buena suerte, amigos míos! La aurora sonroja el cielo, y mi camino parece hermoso. Me preguntáis qué me llevo.
Mis manos vacías y mi corazón lleno de esperanza.
Me pondré sólo mi guirnalda nupcial, porque el vestido pardo del peregrino no es mío; y aunque el camino sea peligroso, va sin temor mi pensamiento.
Cuando mi viaje llegue a su fin, saldrá la estrella de la tarde, y las melancólicas armonías del crepúsculo se abrirán tras el pórtico del Rey.

95
Pasé, sin darme cuenta, el umbral de esta vida.
¿Qué poder fue el que me hizo abrir en este inmenso misterio, como un capullo, a medianoche, en el bosque?
Cuando, a la mañana, vi la luz, sentí al punto que yo no era un extraño en este mundo, que lo desconocido sin nombre ni forma me había tenido en brazos, en la forma de mi madre.
De igual manera, al salir a la muerte, esto mismo desconocido me parecerá familiar. Y como amo tanto esta vida, sé que amaré lo mismo la muerte.
El niño, cuando su madre le quita el seno derecho, se echa a llorar; pero al punto encuentra en el izquierdo su consuelo.

96
Cuando me vaya, sea ésta mi palabra última: que lo que he visto no puede ser mejor. Gusté la miel oculta de este loto que se abre en el océano de la luz, y así fui bendito. Sea esta mi última palabra. He jugado en esta casa de juguetes de formas infinitas; y vislumbré, jugando, a aquel que no tiene forma.
Mi cuerpo entero ha vibrado al contacto de aquel que es intangible.
Si aquí debe ser el fin, sea.
Esta es mi última palabra.

Rabindranath Tagore, Gitanjali.


mi tío, un gran hombre, una persona muy buena y muy querida.

sábado, 9 de enero de 2010

Elvis the King


Ayer Elvis Preysler hubiera cumplido 75 años... Y los Reyes Magos me han traído este fantástico CD.

All the world's a stage, 
and all men and women merely players: 
they have their exits and their entrances; 
And one man in his time plays many parts

(William Shakespeare, Como gustéis, ca. 1599)

I wonder if you're lonesome tonight
You know someone said that the world's a stage
And each must play a part
Fate had me playing in love you as my sweet heart
Act one was when we met, I loved you at first glance
You read your line so cleverly and never missed a cue
Then came act two, you seemed to change and you acted strange
And why I'll never know
Honey, you lied when you said you loved me
And I had no cause to doubt you
But I'd rather go on hearing your lies
Than go on living without you
Now the stage is bare and I'm standing there
With emptiness all around
And if you won't come back to me
Then they can bring the curtain down


sábado, 2 de enero de 2010

Otra vez Lo que el viento se llevó

 

 
Me encuentro estos días releyendo ese gran novelón y esa gran joya de la literatura norteamericana que es Lo que el viento se llevó (premio Pulitzer en 1937). Para mí, esta única novela de Margarett Mitchell no tiene nada que desmerecer frente las consideradas como grandes obras de la literatura de esta nación. Le prometí a Athena una reseña pero creo que finalmente dejaré mejor esta entrada en la Wunderkammer porque me da mucho respeto hacer crítica de hitos literarios. Porque éste sencillamente lo es... aunque haya sido tachado de novela rosa. Al final creo que el tiempo siempre coloca las cosas en su lugar y tras los ochenta años que han pasado tras su escritura, seguro que son pocos ya los que dudan en afirmar que ésta es una de las grandes novelas históricas de todos los tiempos. Al menos yo así lo creo.

En mi familia siempre se dijo de la película: "es un peliculón". Fue siempre la favorita de mis abuelos y no me extraña nada. Miro la fotografía de ellos en su juventud y son como una trasposición. Ellos formaron parte de la generación que vivió la Guerra Civil española, la que vivió episodios muy parecidos a los que se cuentan en esta gran película/novela. No es de extrañar que fuese la película por excelencia de aquellos que vivieron su noviazgo en la guerra o inmediatamente después, en aquellos  duros años de la década de los cuarenta. Allí están presentes la pasión, el odio, la miseria, el hambre, la pena, la historia, la política, el amor y el desamor.

Si la película es un películón con la novela ocurre exactamente lo mismo, "es un novelón". Y entre ambas hay una simbiosis como pocas veces me he topado: no se podría haber hecho mejor adaptación cinematográfica. Uno va leyendo pasaje tras pasaje y surgen los mismos escenarios, las mismas caras, el mismo espíritu. No me extraña que desde el principio no se dudara de que Rhett Butler tenía que ser interpretado por Clark Gable o que se tardara tanto en encontrar a la verdadera Scarlett O'Hara. Y es que nadie podría haberlo hecho mejor que Vivan Leigh. Puede que el personaje de Melanie Hamilton Wilkes hubiera requerido de una actriz más bajita y enquencle que Olivia de Havilland, aunque su cara es perfecta... o que Ashley Wilkes hubiese sido interpretado por un actor más joven e incluso más apuesto que Leslie Howard. Pero lo cierto y verdad es que Ashley es un personaje que envejece súbitamente y en realidad tampoco podría imaginarme a otro actor interpretándolo.

Pero vayamos a la novela, un gran drama histórico, cuyo título original era El antiguo Sur, con unos personajes excelentemente bien definidos, llenos de contrastes y de fuerza, en unos escenarios magníficamente descritos, con unos tintes de historia bien pincelados. Todo un canto a un estilo de vida, a una forma de pensamiento un tanto decadente, todavía presente cuando la Mitchell, que había nacido en Atlanta en 1900, escribió su novela. Y ello en contraste con esos nuevos tiempos que llegaban desde ese Norte mucho más industrializado y burgués. Una de las licencias que se permite la película frente a la historia original, es no incluir a los dos hijos que tiene Escarlata con sus dos primeros maridos: Wade Hampton Hamilton, compañero de juegos del pequeño Beau Wilkes, hijo de ese primer marido con el que se casa la protagonista (el hermano de Mellanie) para estar más cerca de su amado y con el que sólo convivirá unas escasas dos semanas, así como Ella Kennedy, la hija que tiene con su segundo marido, el que le roba a su hermana. Pero tampoco hubiera pasado nada si los niños hubieran estado presentes en la película, por ejemplo, Wade debería haber estado junto con los protagonistas en la carreta en la famosa huida del asedio de Atlanta. Y los pasajes en los que se ve la estupenda relación que tiene Rhett Butler con sus hijos adoptivos son una delicia. Así que lo veo algo imperdonable aunque ello no reste veracidad a la película.

A pesar de las más de mil páginas, su lectura nunca se hace pesada, todo lo contrario de las dos secuelas escritas en la actualidad. Las descripciones son magníficas: la apacible Tara, la decadente Atlanta, la bulliciosa Nueva Orleáns. Es todo un retrato de costumbres y se podría hacer (se habrá hecho) todo un estudio de género con el pensamiento y las actitudes de la mujer ante la guerra, la política, la familia, en resumen, la vida. Me sigue fascinando el personaje de Scarlett O'Hara, un mujer nada corriente en aquella época, con ideas propias y con objetivos muy claros, que sobrevive en el cruel mundo de la guerra y de la posguerra, en el de los negocios, reservado exclusivamente a los hombres, en el de las apariencias y la estricta cortesía del decadente Sur. Rhett Butler es la pareja perfecta para Scarlett... pero cuando ella cae en la cuenta ya es demasiado tarde.

Siempre me encanta imaginar una segunda parte, como a casi todo el mundo. A pesar del último diálogo de la novela en que Rhett le confiesa a Scarlett que ya no la quiere, tremebundo, en el que nunca puedo evitar que me caigan la mar de lagrimones cuando lo leo, y en el que claramente vemos que la relación es del todo irrecuperable, el lector, como Scarlett, no deja de leer entre líneas, por si queda algún atisbo de esperanza. Una sufre y se compadece de la pobre protagonista,  siempre práctica, siempre resolutiva, cobarde como la tacha Rhett pero a la vez valerosa y optimista, con la famosa frase que es como una mantra durante toda la novela: "pero ya lo pensaré mañana, mañana será otro día, mañana...".Y Tara, siempre Tara, como ese lugar casi paradisiaco que es el bálsamo al que siempre acude la indomable mujer de sangre irlandesa para curar las heridas de su espíritu inquebrantable.

No me gusta nada la continuación que imaginó Alexandra Ripley, demasiado rocambolesco. Se supone que Scarlett persigue a Rhett hasta Charleston y luego la mitad de la novela se la pasa en Irlanda con la hija que vuelve a engendrar con él... un pestiño sin pies ni cabeza. Es mucho mejor la novela de Donald McCaig, en la que imagina que Rhett vuelve a Tara al tiempo de viajar por el mundo para tratar de superar su profunda depresión, para ayudar a su familia en apuros, con su hermana Rosemary y su sobrino incluidos. Casi toda su novela cuenta la vida del personaje de Rhett desde su infancia, así como el de la prostituta Belle Watling, siendo ambos junto con Rosemary, los verdaderos protagonistas de la novela. McCaig sabe aprovechar muy bien esos periodos de tiempo en los que Rhett desaparece en historia de Mitchell e incluso le saca partido a ese niño (¿hijo?) al que se alude en la novela original, que vive en una escuela de Nueva Orléans y que está presente en las vidas tanto de Rhett como de Belle Watling (¿sus padres?). Una curiosa historia que se deja muy  pero que muy tímidamente entrever y con la que McCaig teje una posible historia paralela bien trabada. Pero para mi gusto le falta la pasión de la novela original, aunque también hay que tener en cuenta que ya no la conocemos a través de la peculiar mirada de Scarlett.

Y seguiría hablando de esta novela/película. Pero ya me he alargado demasiado... así que, sin duda, y a ser posible, seguiré otro día.

Incluyo una foto de mis abuelos maternos, espero que a mi familia no le importe. Pero es que me acuerdo tanto de ellos cuando leo/veo la historia y además, eran tan apuestos... La foto es de su boda, de 1945. Mi abuela iba de luto porque acababa de morir su hermana. Una tragedia más producto de aquella cruenta guerra que acabó en 1939, cuando se rodó Lo que el viento se llevó.