sábado, 19 de septiembre de 2009

Recuerdos de Brno



Por estas fechas siempre recuerdo mi primer viaje al extranjero en soledad. Fue a la ciudad de Brno (o Berno), la capital de Moravia, hace cosa ya de trece años. Allí pase un mes entero en un curso intensivo de museos patrocinado por la Unesco en la Universidad de Masaryk. Conocí a gente fantástica pero tanto el viaje como la estancia me llevó todo el tiempo a una sensación de extrañamiento, como si viviera dentro de una película y como si las cosas no me sucedieran a mí.

Recuerdo el primer día de viaje. Volé a Viena y debía ir a la estación de autobuses para llegar a la ciudad checa. Parecía más cercano el trayecto Viena-Brno que el de Praga-Brno, de ahí aquella extraña elección de escoger un aeropuerto en otro país. Pero a pesar de coger rápidamente un taxi perdí el autobús de las dos. Sin más remedio debía esperar al de las cinco y media. Así que me tocó dar vueltas y vueltas por la estación sin atreverme a salir de allí para no volver a perder el autobús de la tarde. Recuerdo lo que me entretuve en una librería y el pequeño diccionario español-alemán de bolsillo que allí compré. La hamburguesa en el MacDonald que me tomé mientras leía una revista en una mesa que compartí con un señor que a su vez leía un libro. Pero sobre todo recuerdo el pesado que me seguía por todas partes y que debía ser el camello de la estación. Allí donde entraba afuera que me esperaba.

La tarde caía y el tiempo pasaba tan lentamente... mientras, pensaba preocupada que iba a llegar a una ciudad checa desconocida donde a su vez debía coger un tranvía que me debía llevar a las afueras  donde supuestamente estaba la residencia universitaria donde debía instalarme. No era la primera vez que estaba en Chequia pues había estado el año anterior... pero no había ido sola. Con lo cual sabía lo inquietante y decadente que podía ser la periferia de una gran ciudad checa y el aspecto  casi militar y austero que tenían las residencias universitarias allí. Cuando mi ansiedad más crecía y el sujeto más se acercaba, vi a una chica llegar a la zona de espera, junto a un viejo autobús de un desvencijado color beis. Era rubia y pequeña y lleva un maletín de plástico que ponía Ministero per i beni culturali o algo parecido. Me acerqué a ella y cuál fue mi suerte porque aunque no, no era italiana, pues era letona, hablaba inglés e ¡iba a Brno al mismo curso que yo! Fue de los momentos que más alegría sentí en mi vida. Así que me pegué a ella como a una lapa y me contó que había estado el año anterior haciendo otra edición del curso aunque habían instalado a los alumnos en el centro de Brno. Debíamos buscar dónde estaba la desconocida residencia en la periferia de la ciudad morava. Al menos ya no sería una búsqueda en solitario para ninguna de las dos.

En la frontera entre Austria y la República Checa pararon el autobús y al entrar un policía cargado con metralleta me indicó con palabras incomprensibles que quitara el abrigo y le enseñara mi macuto. Entonces todavía sentí más alegría de poder ir al lado de una desconocida que ya sentía que era una gran amiga. Pero todavía creció más mi estima cuando al llegar por fin a Brno, ya de noche y sin un alma por las calles, aquel ángel de chica consiguió encontrar a una mujer que en ruso le explicó cómo llegar a la residencia. Con aquella oscuridad no se percibía el gris y el beis típico de la ciudad. Me recordó a los escenarios de una película de espías a lo Orson Wells.

Cuando  por fin, tras tan largo día, llegué a mi habitación, sentí que había superado una gran prueba. Aquello había sido toda una proeza para mí. Al día siguiente en el desayuno me encontré una chica hablando en español... ¡era de Alicante! Estaba con un matrimonio portugués y también había unas chicas mexicanas. Fue en ese momento cuando por fin pude respirar porque me sentí más cerca de casa.

Brno es la ciudad donde nació mi admirado Kundera. Había releído La insoportable levedad una semana antes de aquel viaje... puede que por ello estuviera más obsesionada de lo normal. Lo cierto es que percibía tristeza en el comedor universitario, en las calles... No dejaba de ser una ciudad un tanto decadente a pesar de los notables monumentos. Destaca por curiosidades como el castillo Spilberk, fortaleza-prisión donde fue torturada mucha gente y que ahora era un museo. Por la cripta del monasterio de los capuchinos y la catedral de San Pedro y San Pablo. Por el museo de anatomía de la universidad... Todo aquello acrecentó mucho más aquella zozobra que se instaló en mí desde el primer día. Pero también destacaba por el monasterio de Santo Tomás, donde estudió Mendel, quien desarrollara su famosa teoría de la genética, la plaza del Repollo o la villa Tugendhat, arquetipo de la arquitectura racionalista de Mies van der Rohe y muchas maravillas más.

A la vuelta, mucho más feliz por todo lo aprendido, por los profesores y por los alumnos que había conocido, me recogió un coche particular que debía llevarme al aeropuerto de Viena. Lo conducía una señora muy guapa acompañada por un niño de diez años y por el guía checo que hablaba español. Él me contó que ella había sido una reconocida actriz que de esa forma se sacaba un dinero extra. El niño no paraba de mirarme en todo el viaje porque, según el guía, nunca había visto una "belleza tan exótica" como yo. De acuerdo que ellos eran rubios de ojos claros pero la verdad es que no me sentía tan diferente. Fue un viaje bastante agradable.

Así terminó mi estancia en Brno. Me gustaría volver de nuevo y visitar la ciudad más a mi aire, sin aquel sentimiento de extrañeza y de miedo a lo desconocido que tuve casi todo ese mes de septiembre del 96. Quién sabe...

7 comentarios:

Nictea dijo...

Al final la patria se reduce a lo conocido y no entiende de fronteras políticas. A mí no se me ocurriría viajar sin un libro que haya empezado a leer en mi casa.
Encantada de conocer su blog =)

Marinto dijo...

No sé si lo digo por expericencia, pero los post más impresionantes y más personales que uno escribe suelen ser los menos comentados. Que sepa, mi querida Wunderk, que este me ha encantado.

Wunderkammer dijo...

Nictea, qué curioso lo del libro. Yo también estoy encantada de conocer tu blog y de que te pases por aquí. Muchas gracias por comentar.

Gracias, Marinto, la verdad es que está algo incompleto a pesar de lo largo que ha salido. Me he concentrado en lo que me costó llegar y lo agradable que en contraste fue la vuelta. Ante la nostalgia he buscado la caja con las cosas de Brno... a lo mejor me animo a una segunda parte.

Nictea dijo...

La entrada se merecía un comentario ;)
Yo es que a Valencia no podía llevarme a mi familia y a todos mis amigos, así que me llevo a los personajes de los libros, alguno de los cuales te resultará más simpático y al menos hará que viajes con alguien conocido. Por ahora me acompañan Caeso el pretoriano y su adorable mascota y también Morgana de las Hadas y su tía Viviane =)

Wunderkammer dijo...

Nictea, pues pensándolo bien también yo me iba acompañada por los personajes de algunos libros.

Así que he transformado ese recuerdo en una entrada que te dedico especialmente a ti. Ya verás que te va fenomenal en Valencia. Es un paso grande el viajar sola por el mundo e iniciar una nueva etapa en la que, como bien dices en tu blog, la rutina diaria de casi toda una vida cambia repentinamente.

Mucho ánimo y ya verás que todo irá fenomenal.

Amigo indiscreto dijo...

Hola, Wunderk. He descubierto por casualidad tu blog, buscando entradas sobre Brno. Soy en gaditano-almeriense que lleva ya más de un año en Brno, y al leer tu blog me he visto reflejado las tantas veces que me he visto solo por estas tierras, perdido, sin saber dónde estaba y con un mapa por toda ayuda.
En realidad es una experiencia muy enriquecedora. Nunca sabes hasta dónde llegan tus recursos.
Saludos desde Brno, que veo que te trae buenos recuerdos.

Wunderkammer dijo...

¡Encantada de conocerte! ¡Me voy corriendo a visitar tu blog!
La verdad es que tengo buenos recuerdos aunque como digo en el texto me parecía que no era yo la que hacía la estancia sino otra persona.
Seguro que leyéndote voy a refrescar la memoria y a divertirme un rato.
Gracias por escribirme ¡Brno nos ha unido!