EL LUGAR
Blackberg.
Puede que pienses en trufas de coco, tal vez en drogas. "Una vida ordenada". Te imaginas una estación de metro, extrarradio. Después no hay mucho más que pensar. Sin duda vive gente allí, como en otros sitios. Para eso se construyó, para que la gente tuviera algún sitio donde vivir.
No se trata de un espacio que se haya desarrollado de forma natural, no. Aquí estuvo todo desde el principio planificado al milímetro. La gente tuvo que instalarse en lo que había. Edificios de hormigón en colores ocres esparcidos por el verde.
Cuando esta historia tiene lugar, Blackberg lleva treinta años existiendo como población. Podría uno imaginarse un cierto espíritu pionero al estilo del Mayflower, un territorio desconocido. Sí. Imaginarse las casas deshabitadas esperando sus inquilinos.
(...)
DICHOSO AQUÉL QUE TIENE UN AMIGO ASÍ
(...)
Oskar bajó hasta la imprenta y torció por el sendero del bosque.
La pesadez de estómago había desaparecido, sustituida por una tensión embriagadora. En el camino de bajada hacia el bosque la fantasía lo había envuelto y ahora era realidad.
Veía el mundo con los ojos de un asesino, o tanto como la fantasía de un niño de trece años podía captar de los ojos de un asesino. Un mundo bello. Un mundo en el que él tenía el control, que temblaba ante su decisión.
Avanzó por el camino del bosque, buscando a Johnny Forsberg.
La tierra beberá su sangre.
(...)
Se quedó quieto. Le pareció haber oído algo. Echó una ojeada a su alrededor con el cuchillo pegado a la cadera. Lo levantó a la altura de los ojos, lo miró. La punta estaba tan reluciente como antes. Utilizando la hoja como espejo la orientó hacia la escalera del tobogán. Allí había alguien. Alguien que no estaba allí antes. Una figura borrosa contra el acero limpio. Bajó el cuchillo mirando directamente a lo largo del tobogán. Sí. Pero no era el asesino de Vällingby. Era un niño.
La luz era suficiente como para precisar que era una chica a la que no había visto nunca en el patio. Oskar dio un paso en dirección a la escalera. La chica no se movió. Se quedó allí arriba mirándole.
Dio otro paso y de pronto sintió miedo. ¿De qué? De sí mismo. Con el cuchillo fuertemente agarrado avanzaba hacia la chica para clavárselo.
Bueno, no era así, claro. Pero parecía así, por un momento. Y ella sin asustare.
Oskar se detuvo, metió el cuchillo en la funda y lo guardó dentro de la cazadora.
- Hola.
La chica no contestó."
Déjame entrar, John Ajvide Lindqvist, 2004.
Déjame entrar (Låt den rätte komma in, Tomas Alfredson, 2008)
5 comentarios:
No leo la entrada hasta que no haga lo propio con la novela :P
Bueno, es el principio... y al leerlo uno se da cuenta de que no puede parar, por lo cual es mejor tener el libro al lado y bien preparado.
No he leído el libro pero la película me tiene completamente fascinado. Creo que es lo más original e interesante que se ha creado jamás sobre vampiros.
Las moñeces de "Crepúsculo" son insoportables al lado de la sinceridad y la sencillez de esta historia.
Y solo os digo que un momento de la historia, relacionado con el título, me parece sencillamente SUBLIME, y hasta donde recuerdo (y mira que se ha escrito y rodado sobre los vampiros) creo que NUNCA habíamos asistido a un momento como ese... de reverencia, ovación y vuelta al ruedo.
Estoy totalmente de acuerdo. Yo también pensé lo mismo con respecto a las ñoñeces de Crepúsculo. Si loss vampiros existen estoy segura de que son así.
El momento al que aludes es sublime como dices, no sabía lo del permiso que han de pedir los vampiros. Y ese niño, un potencial de asesino, está muy bien psicoanalizado en la novela.
Bella, inquietante, sencilla... perfecta.
Lo del permiso es un clásico, aunque tb hay literatura que se salta eso, como otros cánones y hay vampiros que aguantan la luz del sol, se pasan el ajo y los crucifijos por el forro, etc.
De todas formas es que nunca habíamos visto lo que pasaba cuando un vampiro transgredía ciertos "mandamientos"... al lado de ese momento, lo de "he atravesado océanos de tiempo" es de lo más ridículo...
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