La referencia a la novela The Cabinet of Curiosities de Preston & Child a la que aludía el gran Rentero en la entrada anterior me ha animado a escribir sobre un tema que siempre me ha interesado, el coleccionismo en relación con la novela de misterio.
El coleccionismo es un fenómeno muy complejo y sobre el que podríamos estar hablando mucho tiempo. A eso se dedica en parte ese amigo a veces enemigo algo gruñón que se pasea de vez en cuando por este blog y que es mi alter ego, el señor Denon Wunderk. Seguro que me riñe por frivolizar.
Freud analizó el coleccionismo desde el punto de vista del psicoanálisis y Muensterberger desde la psiquiatría. El primero pensaba que era un sustituto anal y erótico por lo que el coleccionista era una especie de Juan Tenorio frustrado. Así, según él, un niño sería un acaparador nato de cosas pero al crecer, al estar en fase sexualmente activa, no se interesaría tanto por el coleccionismo pero al llegar a la vejez vuelve a ser un acumulador. Y. Sánchez ha hablado incluso de coleccionistas viejos que se rodean de mujeres jóvenes como Lord Hamilton, que también retrató mi adorada Susan Sontag o el protagonista de Lolita de Nobokov o el don Lope de Tristana del maestro Pérez Galdós.
Muensterberger señaló que la acumulación de cosas, su adquisición y posesión serían como la sustitución de una pérdida, de una privación, ligado en ocasiones a un hecho traumático. Estos objetos pueden tener propiedades mágicas, ser talismanes, por lo que ya hablaríamos de fetichismo.
La obsesión acumuladora también puede llegar a lo patológico, cuando se llega a extremos en los que uno acopia cosas de poco valor, cayendo en la neurosis de la acumulación, lo que se conoce como síndrome de Diógenes.
Los asesinos en serie también son en cierta forma coleccionistas. El primero o más reconocido de la historia fue Gilles de Rais, cuya sola mención ya pone la carne de gallina. A él lo cité cuando en una entrada anterior hablaba de Juana de Arco. Mejor no relatar aquí todas las tropelías de este personaje del que se dice que llegó a invocar al diablo y éste no se le quiso aparecer.
En la literatura también encontramos múltiples casos de asesinos en serie como coleccionistas comenzando por el Enrique VIII de Shakespeare hasta llegar a la novela actual, como El Perfume de Suskind. Me refiero a ese asesino que no huele a nada pero que tiene un olfato extraordinario y que busca el perfume perfecto (por cierto, caso extraño, me gustó más la película que el libro). Ya Rosa Montero en Te trataré como a una reina hablaba de un coleccionista de perfumes.
Muchas novelas o películas de misterio o de asesinos llevan la palabra colección en su título. Por ejemplo, El Coleccionista de Huesos, es una película rodada en 1999 basada en la novela de Jeffrey Deaver en la que aparece el detective cuadrapléjico Rhyme, interpretado por Denzel Washington. O Kiss the Girl (1997), que en España se llamó El coleccionista de amantes, con el detective Alex Cross, personaje creado por Patterson, del que he leído algunas novelas. El asesino es un Casanova obsesionado por mujeres jóvenes. Morgan Freeman interpretaba a Cross, al igual que en la película rodada cuatro años más tarde, La hora de la araña. Aunque a mí Morgan Freeman me gustó en esa gran película que fue Seven, que es un guión original y que no está basada en ninguna novela.
Podría dedicar una entrada específica a libros que tienen como escenario una cámara de las maravillas o gabinete de curiosidades. Pero para ir abriendo apetito yo destacaría dos novelas escritas por españoles, El gabinete de las maravillas de Alfonso Mateo-Sagasta, que es más detectivesca y, muy especialmente La cámara de las maravillas de Luis María Carrero, que está muy bien escrita y que traduce de forma magnífica el espíritu de estos microcosmos propios de los siglos XVI y XVII que sobre todo existieron en el centro de Europa.
Mi fascinación por las Wunderkammern es enorme y en cierto modo soy una coleccionista de coleccionismo, una coleccionista de Wunderkammern. Me decía Rentero el porqué del título de mi blog. Sobre todo es por esa afición que también es objeto de estudio. E igualmente porque en cierta forma veo las bitácoras como una especie de gabinetes de curiosidades, en las que una persona crea entradas y las etiqueta, como si estuviera ordenando los estantes o los cajones de esa gran biblioteca, archivo, gabinete o museo que es su propia memoria.
El coleccionismo es un fenómeno muy complejo y sobre el que podríamos estar hablando mucho tiempo. A eso se dedica en parte ese amigo a veces enemigo algo gruñón que se pasea de vez en cuando por este blog y que es mi alter ego, el señor Denon Wunderk. Seguro que me riñe por frivolizar.
Freud analizó el coleccionismo desde el punto de vista del psicoanálisis y Muensterberger desde la psiquiatría. El primero pensaba que era un sustituto anal y erótico por lo que el coleccionista era una especie de Juan Tenorio frustrado. Así, según él, un niño sería un acaparador nato de cosas pero al crecer, al estar en fase sexualmente activa, no se interesaría tanto por el coleccionismo pero al llegar a la vejez vuelve a ser un acumulador. Y. Sánchez ha hablado incluso de coleccionistas viejos que se rodean de mujeres jóvenes como Lord Hamilton, que también retrató mi adorada Susan Sontag o el protagonista de Lolita de Nobokov o el don Lope de Tristana del maestro Pérez Galdós.
Muensterberger señaló que la acumulación de cosas, su adquisición y posesión serían como la sustitución de una pérdida, de una privación, ligado en ocasiones a un hecho traumático. Estos objetos pueden tener propiedades mágicas, ser talismanes, por lo que ya hablaríamos de fetichismo.
La obsesión acumuladora también puede llegar a lo patológico, cuando se llega a extremos en los que uno acopia cosas de poco valor, cayendo en la neurosis de la acumulación, lo que se conoce como síndrome de Diógenes.
Los asesinos en serie también son en cierta forma coleccionistas. El primero o más reconocido de la historia fue Gilles de Rais, cuya sola mención ya pone la carne de gallina. A él lo cité cuando en una entrada anterior hablaba de Juana de Arco. Mejor no relatar aquí todas las tropelías de este personaje del que se dice que llegó a invocar al diablo y éste no se le quiso aparecer.
En la literatura también encontramos múltiples casos de asesinos en serie como coleccionistas comenzando por el Enrique VIII de Shakespeare hasta llegar a la novela actual, como El Perfume de Suskind. Me refiero a ese asesino que no huele a nada pero que tiene un olfato extraordinario y que busca el perfume perfecto (por cierto, caso extraño, me gustó más la película que el libro). Ya Rosa Montero en Te trataré como a una reina hablaba de un coleccionista de perfumes.
Muchas novelas o películas de misterio o de asesinos llevan la palabra colección en su título. Por ejemplo, El Coleccionista de Huesos, es una película rodada en 1999 basada en la novela de Jeffrey Deaver en la que aparece el detective cuadrapléjico Rhyme, interpretado por Denzel Washington. O Kiss the Girl (1997), que en España se llamó El coleccionista de amantes, con el detective Alex Cross, personaje creado por Patterson, del que he leído algunas novelas. El asesino es un Casanova obsesionado por mujeres jóvenes. Morgan Freeman interpretaba a Cross, al igual que en la película rodada cuatro años más tarde, La hora de la araña. Aunque a mí Morgan Freeman me gustó en esa gran película que fue Seven, que es un guión original y que no está basada en ninguna novela.
Podría dedicar una entrada específica a libros que tienen como escenario una cámara de las maravillas o gabinete de curiosidades. Pero para ir abriendo apetito yo destacaría dos novelas escritas por españoles, El gabinete de las maravillas de Alfonso Mateo-Sagasta, que es más detectivesca y, muy especialmente La cámara de las maravillas de Luis María Carrero, que está muy bien escrita y que traduce de forma magnífica el espíritu de estos microcosmos propios de los siglos XVI y XVII que sobre todo existieron en el centro de Europa.
Mi fascinación por las Wunderkammern es enorme y en cierto modo soy una coleccionista de coleccionismo, una coleccionista de Wunderkammern. Me decía Rentero el porqué del título de mi blog. Sobre todo es por esa afición que también es objeto de estudio. E igualmente porque en cierta forma veo las bitácoras como una especie de gabinetes de curiosidades, en las que una persona crea entradas y las etiqueta, como si estuviera ordenando los estantes o los cajones de esa gran biblioteca, archivo, gabinete o museo que es su propia memoria.
5 comentarios:
Curioso lo de Freud y su concepto psicoanalista de "Coleccionista"...
Y si...digamos que cada persona somos un coleccionista de ideas,de pensamientos,de experiencias y lo materializamos en Wunderkammern llamados blog para compartir con los demas lo que atesoramos durante años...
Interesantísima reflexión, atinada, sin duda alguna.
Además, si no hubiera coleccionistas o wunderkammern, ¿dónde iría a parar aquello que buscamos los émulos de Henry Walton Jones Jr.?
PD: No soy arqueólogo, sólo investigo donde a otros se les pasa por alto mirar.
Ahora voy con prisas por exigencias laborales (en fin, hay que ayudar a que la Justicia funcione, desde mi humilde posición), pero prometo (¿amenazo?) posterior, larga y enjundiosa disertación sobre el tema... no en vano yo, por coleccionar, colecciono hasta blogs, como podéis ver en mi perfil (os juro que he perdido la cuenta de los que tengo). Freud se frotaría las manos conmigo, imagino...
Ser coleccionista requiere una fidelidad absoluta, además de paciencia y dinero. De los dos últimos no tengo mucho, y la fidelidad me la dejo para mahn. Antigua que es una.
No necesariamente coleccionar supone que se tenga que tener dinero. Se pueden coleccionar mil clases de chucherías....
Nuestros blogs son colecciones inmateriales de pensamientos. No suponen dinero... aunque sí tiempo.
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