sábado, 28 de febrero de 2009

Muñecas rusas


"Mi madre tenía una muñeca rusa que le había traído mi padre de París. A mis hermanos les enloquecía que al abrirla apareciera dentro otra muñeca idéntica. Pensaban que era el colmo de lo anormal. Yo, más ingenuo, creía que los seres humanos estábamos constituidos de ese modo. Así, dentro de mi profesor de matemáticas había otro profesor de matemáticas un poco más pequeño y otro y otro y otro... (...)
La muñeca rusa de mi madre estaba en una especie de tocador que había en su dormitorio. A veces, escondido debajo de la cama, veía cómo ella abría y cerraba el artefacto soviético procedente de París. Daba la impresión de buscar dentro de la muñeca algo que no encontraba dentro de sí misma. Y siempre lo abandonaba con un gesto de decepción para rizarse las pestañas. Pero yo creo que se trataba de una decepción activa. El humor, según Bergson, es una espera decepcionada. Las muñecas rusas esconden un sistema filosófico que provoca un sentimiento semejante. Uno sospecha que la vida, de ser algo, es esa sucesión de lo mismo dentro de lo mismo. Yo lo entendí de pequeño, frente a la perplejidad de mis hermanos y de mi madre, pero lo desentendí de mayor. Y todo porque no he conseguido escribir una frase que dentro de sí contenga la misma frase y la misma frase y la misma frase..."

Juan José Millás, "La misma frase" en: Los objetos nos llaman. Barcelona: Seix Barral, 2008, pp. 24-25.

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