domingo, 20 de septiembre de 2009

All I Want is You



You say you want
Diamonds on a ring of gold
You say you want
Your story to remain untold
But all the promises we make
From the cradle to the grave
When all I want is you
You say you'll give me
A highway with no one on it
Treasure just to look upon it
All the riches in the night
You say you'll give me
Eyes in a moon of blindness
A river in a time of dryness
A harbour in the tempest
But all the promises we make
From the cradle to the grave
When all I want is you


U2 (Rattle and Hum, 1988)




sábado, 19 de septiembre de 2009

Recuerdos de Brno



Por estas fechas siempre recuerdo mi primer viaje al extranjero en soledad. Fue a la ciudad de Brno (o Berno), la capital de Moravia, hace cosa ya de trece años. Allí pase un mes entero en un curso intensivo de museos patrocinado por la Unesco en la Universidad de Masaryk. Conocí a gente fantástica pero tanto el viaje como la estancia me llevó todo el tiempo a una sensación de extrañamiento, como si viviera dentro de una película y como si las cosas no me sucedieran a mí.

Recuerdo el primer día de viaje. Volé a Viena y debía ir a la estación de autobuses para llegar a la ciudad checa. Parecía más cercano el trayecto Viena-Brno que el de Praga-Brno, de ahí aquella extraña elección de escoger un aeropuerto en otro país. Pero a pesar de coger rápidamente un taxi perdí el autobús de las dos. Sin más remedio debía esperar al de las cinco y media. Así que me tocó dar vueltas y vueltas por la estación sin atreverme a salir de allí para no volver a perder el autobús de la tarde. Recuerdo lo que me entretuve en una librería y el pequeño diccionario español-alemán de bolsillo que allí compré. La hamburguesa en el MacDonald que me tomé mientras leía una revista en una mesa que compartí con un señor que a su vez leía un libro. Pero sobre todo recuerdo el pesado que me seguía por todas partes y que debía ser el camello de la estación. Allí donde entraba afuera que me esperaba.

La tarde caía y el tiempo pasaba tan lentamente... mientras, pensaba preocupada que iba a llegar a una ciudad checa desconocida donde a su vez debía coger un tranvía que me debía llevar a las afueras  donde supuestamente estaba la residencia universitaria donde debía instalarme. No era la primera vez que estaba en Chequia pues había estado el año anterior... pero no había ido sola. Con lo cual sabía lo inquietante y decadente que podía ser la periferia de una gran ciudad checa y el aspecto  casi militar y austero que tenían las residencias universitarias allí. Cuando mi ansiedad más crecía y el sujeto más se acercaba, vi a una chica llegar a la zona de espera, junto a un viejo autobús de un desvencijado color beis. Era rubia y pequeña y lleva un maletín de plástico que ponía Ministero per i beni culturali o algo parecido. Me acerqué a ella y cuál fue mi suerte porque aunque no, no era italiana, pues era letona, hablaba inglés e ¡iba a Brno al mismo curso que yo! Fue de los momentos que más alegría sentí en mi vida. Así que me pegué a ella como a una lapa y me contó que había estado el año anterior haciendo otra edición del curso aunque habían instalado a los alumnos en el centro de Brno. Debíamos buscar dónde estaba la desconocida residencia en la periferia de la ciudad morava. Al menos ya no sería una búsqueda en solitario para ninguna de las dos.

En la frontera entre Austria y la República Checa pararon el autobús y al entrar un policía cargado con metralleta me indicó con palabras incomprensibles que quitara el abrigo y le enseñara mi macuto. Entonces todavía sentí más alegría de poder ir al lado de una desconocida que ya sentía que era una gran amiga. Pero todavía creció más mi estima cuando al llegar por fin a Brno, ya de noche y sin un alma por las calles, aquel ángel de chica consiguió encontrar a una mujer que en ruso le explicó cómo llegar a la residencia. Con aquella oscuridad no se percibía el gris y el beis típico de la ciudad. Me recordó a los escenarios de una película de espías a lo Orson Wells.

Cuando  por fin, tras tan largo día, llegué a mi habitación, sentí que había superado una gran prueba. Aquello había sido toda una proeza para mí. Al día siguiente en el desayuno me encontré una chica hablando en español... ¡era de Alicante! Estaba con un matrimonio portugués y también había unas chicas mexicanas. Fue en ese momento cuando por fin pude respirar porque me sentí más cerca de casa.

Brno es la ciudad donde nació mi admirado Kundera. Había releído La insoportable levedad una semana antes de aquel viaje... puede que por ello estuviera más obsesionada de lo normal. Lo cierto es que percibía tristeza en el comedor universitario, en las calles... No dejaba de ser una ciudad un tanto decadente a pesar de los notables monumentos. Destaca por curiosidades como el castillo Spilberk, fortaleza-prisión donde fue torturada mucha gente y que ahora era un museo. Por la cripta del monasterio de los capuchinos y la catedral de San Pedro y San Pablo. Por el museo de anatomía de la universidad... Todo aquello acrecentó mucho más aquella zozobra que se instaló en mí desde el primer día. Pero también destacaba por el monasterio de Santo Tomás, donde estudió Mendel, quien desarrollara su famosa teoría de la genética, la plaza del Repollo o la villa Tugendhat, arquetipo de la arquitectura racionalista de Mies van der Rohe y muchas maravillas más.

A la vuelta, mucho más feliz por todo lo aprendido, por los profesores y por los alumnos que había conocido, me recogió un coche particular que debía llevarme al aeropuerto de Viena. Lo conducía una señora muy guapa acompañada por un niño de diez años y por el guía checo que hablaba español. Él me contó que ella había sido una reconocida actriz que de esa forma se sacaba un dinero extra. El niño no paraba de mirarme en todo el viaje porque, según el guía, nunca había visto una "belleza tan exótica" como yo. De acuerdo que ellos eran rubios de ojos claros pero la verdad es que no me sentía tan diferente. Fue un viaje bastante agradable.

Así terminó mi estancia en Brno. Me gustaría volver de nuevo y visitar la ciudad más a mi aire, sin aquel sentimiento de extrañeza y de miedo a lo desconocido que tuve casi todo ese mes de septiembre del 96. Quién sabe...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Lo bello y lo triste


"El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos tramos y lenta, hasta inmóvil, en otros. El tiempo cósmico es igual para todos, pero el tiempo humano difiere con cada persona. El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos, pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo.

Al aproximarse a los cuarenta, Otoko se pregunta si el hecho de que Oki siguiera dentro de ella significaba que esa corriente del tiempo se había estancado, en lugar de seguir su curso. ¿O acaso la imagen que ella conservaba de él había flotado con ella a través del tiempo como una flor arrastrada río abajo? Ella ignoraba cómo había flotado su propia imagen en la corriente de Oki. No podía haberla olvidado, pero sin duda el tiempo había corrido de manera diferente para él. Las corrientes del tiempo nunca son iguales para dos personas, ni siquiera tratándose de amantes..."


Yasunari Kawabata, Lo bello y lo triste [Utsukushisa to Kanashimi to], 1965

La parte por el todo I

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Para siempre Una Aventura Vulgar



El cine murciano está de luto desde ayer. Ha muerto el profesor y periodista Antonio Crespo, director de uno de los más grandes cortometrajes que se hayan producido en la región, Una aventura vulgar (1953). Rodado en 16 mm., cuenta la historia de un hombre que pierde un billete de lotería, así como todo su periplo por la Murcia de entonces a la búsqueda desesperada de la fortuna. Enclavado dentro de la estética neorrealista, muy al uso del cine italiano de entonces, fue todo un éxito en el Festival Nacional de Cine Amateur de Barcelona de aquel año al conseguir cuatro premios.

Juan Francisco Cerón, al frente del Aula de Cine de la Universidad de Murcia, y con ocasión del cincuenta aniversario de la película, editó en 2003 un estudio y un facsímil de Encuadre, revista cinematográfica murciana de altísima calidad que se publicó entre los años 1956 y 1958 y que fue dirigida por el propio Crespo. Una pequeñísima colaboración en aquel proyecto me permitió conocer a un hombre muy trabajador, con una extraordinaria cultura y una gran modestia.

Se ha ido un genio, un gran pionero del cine amateur y, a la postre, del cine español. Pero nos quedan sus obras, sus libros, sus películas y muy especialmente aquellas grandes secuencias en blanco y negro realizadas con muy pocos medios pero con dosis ingentes de sabiduría. Descanse en paz.

Primer fotograma: corresponde a un momento de la película cuando el director tuvo que rodar en picado y desde un balcón un atropello. Las personas que pasaban por allí, sin saber que se rodaba una película, actuaron como improvisados y asustados extras de la misma.

domingo, 6 de septiembre de 2009

By my side


Here comes the clown
His face is a wall
No window
No air at all
In the dark of night
These faces they haunt me
But I wish you were
So close to me
In the dark of night
By my side
In the dark of night
By my side
I wish you were
I wish you were
In the dark of night
By my side

INXS (X, 1990)

jueves, 3 de septiembre de 2009

Sobre Lecturas Reunidas


De las casi cincuenta entradas de Lecturas Reunidas unas cuarenta las ha escrito Athena y apenas diez serán mías. Me gustaría, en este nuevo curso que empieza, poder hacer muchas más entradas.

Lo mejor de la bitácora es que podemos compartir sensaciones sobre lo que vamos leyendo, así como la gente que se acerca y que hace comentarios.

Así que, Athena, gracias por seguir manteniendo al día este gabinete de lectura que tenemos en común... y a ver si la gente se anima mucho más a subir entradas y comentar los libros que vayan leyendo.

:)


El arte como belleza para Oscar Wilde



"No esperéis que la vida sea pintoresca, sino intentad ver por vosotros mismos la vida en condiciones pintorescas. Estas condiciones podéis crearlas en vuestro estudio, porque son únicamente condiciones de luz. Debéis esperarlas, buscarlas, elegirlas, en la naturaleza; y si esperáis y buscáis, ya vendrán ellas.
En la calle Gower podéis ver, de noche, un buzón de pintoresco rotulado; en los muelles del Sena podéis ver policemen pintorescos. Venecia misma no siempre es bella, ni tampoco Francia.
Pintar lo que véis es una buena regla en arte; pero ver lo que vale la pena ser pintado, es mejor. Mirad la vida en condiciones pictóricas. Es preferible vivir en una ciudad de temperatura variable que en una ciudad de alrededores maravillosos.
(...)
El objeto del arte es pulsar la cuerda más divina y más secreta que produce música en nuestra alma; y el color es, en realidad, por sí mismo, una presencia mística sobre las cosas, y se asemeja a una especie de centinela.
Acaso creeréis que abogo entonces, simplemente, por la técnica. No. Mientras quede el menor signo de técnica, el cuadro no estará terminado. ¿Cuándo está terminado un cuadro? Cuando todo rastro de trabajo, así como los medios empleados para lograr el resultado, han desaparecido.
En el caso de los artesanos (el tejedor, el alfarero, el herrero), se ve en su obra la huella de sus manos; pero no sucede lo mismo con el artista.
El arte no debería tener otro sentimiento que el de su belleza, ni otra técnica que lo que podéis observar. Debería poder decirse de un cuadro, no que está bien pintado, sino que no está pintado.
¿Cuál es la diferencia entre el arte especialmente decorativo y la pintura? El arte decorativo pone de manifiesto su material; el arte imaginativo lo anula. El tapiz muestra sus hilos como parte de su belleza; un cuadro anula su lienzo, no deja ver nada de él. La porcelana hace resaltar su vidriado; la acuarela disimula el papel.
Un cuadro no tiene más significación que su belleza ni otro mensaje que su alegría. Esta primera verdad en arte no la debéis perder nunca de vista. Un cuadro es una cosa meramente decorativa.
Oscar Wilde: "A los estudiantes de arte".
Conferencia pronunciada en la Royal Academy, Westminster, 28 de junio de 1883.
Leído en Ignoria.

domingo, 30 de agosto de 2009

Sobre Effi Briest





Este es de los libros que hacía tiempo teníamos en la estantería y que nunca me había decidido a leer. Sabiendo que era un Madame Bovary a la alemana la temática no me seducía del todo.

Pero tenía que estar equivocada porque, no obstante, se trata de uno de los grandes títulos de la literatura alemana de todos los tiempos. Y en efecto el libro, escrito en 1895, me ha gustado muchísimo. Me ha impresionado por la soledad que se apodera de la protagonista a lo largo de las páginas, especialmente al final. Pero sobre todo por todas las cosas que se insinúan pero que no se dicen, lo que otorga al texto de una gran sutileza. Al final he acabado la novela profundamente conmovida.

He indagado en las versiones cinematográficas y televisivas y he visto que la más famosa es la que hiciera para el cine Fassbinder en 1974, traduciendo con gran exactitud la historia de Theodor Fontane. También he visto que se ha hecho una película este mismo año que ojalá veamos estrenada por estos lares. Espero que sí, no sólo por la versionada historia sino también porque me gusta mucho el actor alemán Sebastian Koch. Pero me da la sensación, a pesar de que el film tiene una magnífica fotografía y ambientación, y por lo que se traduce del trailer, de que no me va a terminar de convencer y que, probablemente, no supere el alto listón que dejó Fassbinder. Por poner un ejemplo, en la novela no se relata en ningún momento cómo se produce el "adulterio" (entrecomillo la palabra por fea), solamente se insinúa apenas y se alude directamente cuando el marido encuentra las cartas y lee frases comprometedoras. Sin embargo, he visto que en la película sí hay escenas de amor entre los amantes.

Aún así sé que la disfrutaré por lo que ya estoy deseando verla y, muy especialmente, hacerme con esa versión del 74 de R.W. Fassbinder.



La insoportable levedad del ser


Así ocurrió precisamente el día en que encontró por primera vez a Tomás. Iba sorteando a los borrachos en su restaurante, con el cuerpo inclinado bajo el peso de las cervezas que llevaba en la bandeja y el alma estaba en algún lugar del estómago o del páncreas. Y precisamente entonces la llamó Tomás. Aquella llamada fue importante porque provenía de alguien que no conocía ni a su madre ni a los borrachos que diariamente le dirigían los mismos comentarios vulgares. Su condición de forastero lo situaba por encima de los demás.

Y había otra cosa más que lo situaba por encima del resto: tenía en la mesa un libro abierto. En ese restaurante nunca nadie había abierto un libro en la mesa.

El libro era para Teresa la contraseña de una hermandad secreta. Para defenderse del mundo de zafiedad que la rodeaba, tenía una sola arma: los libros que le prestaban en la biblioteca municipal; sobre todo las novelas: había leído muchísimas, desde Fielding hasta Thomas Mann. Le brindaban la posibilidad de una huida imaginaria de una vida que no la satisfacía, pero también tenían importancia para ella en tanto que objetos: le gustaba pasear por la calle llevándolos bajo el brazo. Tenían para ella el mismo significado que un bastón elegante para un dandy del siglo pasado. La diferenciaban de los demás.

(La comparación entre el libro y el elegante bastón de un dandy no es totalmente exacta. El bastón no sólo diferenciaba al dandy, sino que además hacía que fuera moderno y estuviera a la moda. El libro diferenciaba a Teresa pero la hacía pasada de moda. Claro que era demasiado joven para que pudiera tener conciencia de que estaba fuera de la moda. Los jovencitos que pasaban junto a ella llevando sus ruidosos transistores le parecían tontos. No se daba cuenta de que eran, modernos.)

El que la había llamado era al mismo tiempo forastero y miembro de la hermandad secreta. La llamó con voz amable y Teresa sintió que su alma pugnaba por salir por todas las arterias, las venas y los poros para mostrársele.

Milan Kundera
La insoportable levedad del ser (1984)


La insoportable levedad del ser (Philip Kaufman, 1987)



martes, 25 de agosto de 2009

... Y Volver a Empezar

Terminábamos temporada con una entrada dedicada a la película Gilda y a los buenísimos comentarios de los contertulios de aquel mítico programa presentado por José Luis Garci, ¡Qué grande es el cine!, que inició su andadura en Televisión Española allá por el año 1995.

Por eso me gustaría retomar por donde lo dejé y empezar curso con la película Volver a empezar, dirigida y producida por José Luis Garci en 1982 y que consiguió el primer y merecidísimo primer oscar del cine español. Curiosamente ésta es de las películas que o bien gustan mucho o bien producen un frontal rechazo... pocos son los que se quedan a mitad de camino. Nada más hay que echar un rápido vistazo a las críticas insertadas por los lectores de Filmaffinity, un sitio que siempre me gusta visitar. Yo, sin duda, me enclavo en el primer grupo.

Con tan sólo ver las secuencias iniciales de la película en el que el protagonista inicia su periplo de despedida por su Gijón natal, uno sabe que está ante una gran obra. Me emocionó en su momento en el cine, cuando era una cría, y me ha emocionado todas y cada una de las veces que la he visto posteriormente. Todavía hoy mismo, viendo en el Youtube la famosa escena entre Antonio Ferrandiz y José Bódalo en el que se conoce el sentido de toda la película, no dejo de emocionarme.

Me dan igual las críticas que hablan de que es una película sensiblera y me da igual que la música sea en exceso repetitiva, pues quién no se deleita con las múltiples versiones aquí presentes del Canon en Re Mayor de Pachelbel y del Beguin the Beguine de Cole Porter... Bueno, sí lo habrá, ¿y qué?... Yo sí me deleito... y en todos los sentidos.

Gracias, Garci, por aquel mítico programa y por aquella gran película.

Vuelta a empezar...


Tras unas semanas de vacaciones y sin conexión a la red vuelvo a retomar mi Wunderkammer. Han sido días de playa, familia y algunos pocos momentos para leer, aunque bien aprovechados. Y definitivamente ha sido el verano Tristante ya que he leído dos libros suyos seguidos y casi de un tirón, especialmente 1969 y la segunda parte de la serie detectivesca iniciada con El misterio de la Casa Aranda. Como ya he comentado en Lecturas Reunidas, 1969 se disfruta el triple cuando conoces los parajes por los que transcurre la novela, especialmente aquellos tan trillados por los que siempre hemos ido a la costa y por donde siempre hemos fantaseado por sus fenómenos extraños y su magia especial. Muy entrañable el personaje del policía, Julio Alsina, al que uno le coge cariño desde el principio de la novela, inseparable a su botella de Licor 43.

Y bueno... quedan días de verano, todo un mes además, en el que muchos disfrutarán de sus merecidísimas vacaciones, en momentos en los que las playas se vacían y comienza muy pero que muy lentamente a refrescar, cosa que parece casi imposible en este verano tan caluroso... Aún así cuando me pongo a recoger trastos siempre me acuerdo de aquel mítico y lacrimógeno episodio final de esa serie de la niñez tantas veces repuesta, como fue Verano Azul, con las notas de aquella gran canción del Dúo Dinámico, que siempre fue una de mis favoritas de todos los tiempos, El final.

Esa canción, junto con otras típicas tópicas de estos días, como el Sealed with a kiss popularizada por Brian Hyland en 1962, luego muchas veces versionada (como por ejemplo, hizo Jason Donovan en 1989) son las que tarareo con mi "melodiosa" voz mientra hago las maletas.... (Por no hablar de alguna que otra más, un tanto inconfesables... El aire sabe a sal / sentado junto el mar / la playa esta vacía / ya no estás...)




jueves, 6 de agosto de 2009

El eléctrico triángulo de Gilda







Recuerdo el choque eléctrico, como un "terremoto", la primera vez que vi la famosa secuencia de Gilda cantando Put the Blame on Mame:

When they had the earthquake in San Francisco
Back in nineteen-six
They said that ol' Mother Nature
Was up to her old tricks
That's the story that went around
But here's the real low-down
Put the blame on Mame, boys
Put the blame on Mame


Gilda (Charles Vidor, 1946) es una película fascinante y perversa que siempre estuvo entre mis favoritas. Una historia turbia famosa por su misoginia y que, sin embargo, fue producida y escrita por mujeres. Con una carga de profundidad y una ambigüedad que cuando era pequeña se me escapaba pero que en cierto sentido intuía.

Como Encadenados de Hitchcock, del mismo año, nos encontramos ante una historia llena de electricidad. Aquí, Gilda es una mujer no tan fatal que ha de sobrevivir a la pasión y al amor-odio que siente por el contradictorio Johnny Farrel (Glenn Ford, fantástico) y a la extraña relación que éste tiene tiene con el frío Ballin Mundson (George Macready). La víctima de dos extraños hombres que como bien dice Garci, nunca están a su altura.

Una película que es genial en todas y cada una de las secuencias, con unos diálogos de matrícula y ante un decorado que en el fondo poco importa, como es el de un casino de Buenos Aires, donde se imbrica una historia de pasiones con otra cuya simple misión es imprimar en la misma unas sutiles veladuras de cine negro y de espionaje.

Y qué decir sobre Rita Hayworth... nunca el cine alcanzó cuotas tan altas tan solo ante su espectacular belleza y sensualidad.