sábado, 17 de abril de 2010

La bebida en Encadenados


Así como los dos hombres de la película corresponden a los dos aspectos de los deseos de Hitchcock (el apasionado y el reprimido), las dos mujeres (Ingrid Bergman y Leopoldine Konstantine) funden y confunden los papeles de esposa y madre. (...) Esta confusión entre amor materno y amor erótico- brillantemente sugerida a través de la fusión de las sombras de madre e hijo contempladas desde la drogada visión de la Bergman- no es peculiar de Hitchcock, por supuesto; a menudo fue la catálisis para famosas transmutaciones literarias y artísticas. Lo que resulta tan llamativo de esta manifestación de la vida de Hitchcock en aquel momento, y en la película, es que ambas clases de amor estaban de hecho limitadas al anhelo, a la fantasía y a las no realizadas expectativas. (...)
Hitchcock sitúa e invierte irónicamente las fidelidades, confianzas, patriotismos en el sostenido motivo de la bebida: la importante fiesta del principio donde casi todos están borrachos ("Pues aún no hemos empezado a beber", anuncia la Bergman), y que conduce a la resaca de la mañana siguiente ("¡Bébalo!", ordena Grant, señalado el zumo de frutas. "¡Bébaselo de un trago!"); en las bebidas alcohólicas tomadas como un refugio al rechazo en la terraza del café y en el apartamento en Río; en las varias tazas de café envenenado; en el MacGuffin de la mina de uranio en las botellas de vino. Todas las bebidas carecen de valor y son finalmente peligrosas.




El propio Hitchcock finalizó la cuidada estructura del film: las primeras seis escenas son completamente la inversa de las últimas seis, y los más importantes hitos narrativos están señalados por tres progresivamente secretos y más íntimos besos. Y dentro de esa estructura fue mezclando sus torturados anhelos y conflictivos deseos -los lóbregos temores atormenatods por la muerte de amar y ser amado, el anhelo de la expiación, los resentimientos familiares, las aspiraciones perdidas y la amarga esperanza de una renovación- y los combinó en unas frases que escribió para la Bergman. En el avión que los lleva a Río (...):
"No veo por qué debería sentirme tan mal. Cuando hace años me dijo lo que era, todo se derrumbó para mí. No me preocupaba lo que pudiera ocurrirme. Pero ahora recuerdo lo cariñoso que era antes. Lo cariñosos que éramos los dos. Muy cariñosos. Es una sensación curiosa... como si me hubiera ocurrido algo a mí y no a él. Entienda, ahora ya que tengo que odiarle. U odiarme a mí misma".

Donald Spoto, Alfred Hitchcock: la cara oculta del genio (1983).

6 comentarios:

Pepe Cahiers dijo...

Ese final, con Cary Grant echándole un par, llevándose en brazos a Ingrid Bergman ... si hasta Claude Rains quería marcharse con ellos.

Wunderkammer dijo...

Sí... y hasta Alfred Hitchcock. Ese es el fondo de la cuestión a la que quiere llegar Donald Spoto. Hitchcock quisiera ser el héroe que se lleva a la chica... pero no puede ser. Se queda con la madre (representada por Leopold Constantine, que es la madre que hace tres años que no ve y que dejó en Inglaterra) y la mujer, Alma, con la que tenía una relación más maternal que marital.

Pepe Cahiers dijo...

Esto ya es de psicoanalistas tipo Freud, no me extraña que dirigiera "Recuerda"

Amigo indiscreto dijo...

De verdad, Wunder, tu blog me supera, me supera. Pero aún así, estoy enganchadísimo. Si algún día voy a Murcia, no dudes que te busque para que me expliques, como explicas aquí, las obras de Salzillo.
No sé si algún día aprenderé a ver el arte como lo ves tú (cualquier tipo de arte) o hace falta un bagaje previo. Yo, por si acaso, intento aprender jejeje.

Wunderkammer dijo...

I. muchas gracias pero sólo he copiado una cita. Es que me encanta Encadenados... una de mis películas favoritas de todos los tiempos.
Por supuesto que te enseño Salzillo cuando vengas a Murcia.
¡Feliz primavera morava!

Amigo indiscreto dijo...

Es que las citas también hay que saber copiarlas, Wunder, y además previamente hay que conocer la obra. Así que no te quites méritos jejeje