La noche de Reyes es pura magia. Como ocurre con un sábado cualquiera uno tiene la sensación de fiesta pero con un plus añadido. Al día siguiente puede haber regalos esperando ser abiertos, con un roscón de reyes para el desayuno relleno de chucherías varias. Antes también significaba bailoteo, vestido de noche y una fiesta igual de fastuosa que la Nochevieja. Ahora ya no.
Últimamente el cinco de enero también supone ir corriendo a cambiar el único billete con pedrea de la Lotería de Navidad por si hay más suerte en la del Niño. Y como siempre, se me pasa el día en que hay que comprar las sillas para la cabalgata de Reyes, por lo que hay que ir corriendo a pillar un buen sitio aunque sea de pie. Como ya es imposible cargar con la niña en brazos, el año pasado fuimos a un superchino y nos compramos dos sillas plegables requetemolonas. Así que esta tarde me las llevaré bajo el brazo... y ande yo caliente ríase la gente.
El día seis de enero también suele ser un día melancólico. Es como un domingo, aunque la mañana haya sido dichosa y radiante. La tarde es de sofá y si me dan a elegir que me pongan la película típica y tópica de siempre, Lo que el viento se llevó.
El seis significa el final de la Navidad, aunque hasta San Antón Pascuas son. Se prolongan los cordiales y el turrón y el día para empezar la dieta se va posponiendo a saltitos. Y cada año que pasa el Belén y el árbol tardan más en volver a sus cajas.
Lo único bueno del seis de enero de este año es que es... ¡viernes! Eso solamente pasa de vez en cuando, porque lo normal siempre fue volver al cole al día siguiente sin haberte dado tiempo a jugar con todos los juguetes.
Así que el 2012 no puede ser tan malo. Aunque no se me vayan las otitis recurrentes...
Y como tengo la sensación de doble viernes ahí va otro típico tópico para un día como hoy....
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