No demos al dolor más territorio
ya bien ves, corazón, que no se sacia.
Vuelve tus cantos a lo alegre: hacia
el adentro cordial de tu sensorio.
Vuelve a tu infantil interrogatorio
con el mar, con la aurora, con la acacia,
con el paisaje vario, que se espacia
bajo un cielo perenne e ilusorio.
Aún se dora la tarde de limones
mientras la acequia entre la yerba canta
a viva voz, a claros borbotones.
Despierta, corazón; anda, levanta
el dormido caudal de esas canciones
que te afloran del pecho a la garganta.
Francisco Sánchez Bautista, A modo de glosa (soneto XXIV), 1963
Amor mío, si muero y tú no mueres,
no demos al dolor más territorio
amor mío, si mueres y no muero,
no hay extensión como la que vivimos.
Polvo en el trigo, arena en las arenas
el tiempo, el agua errante, el viento vago
nos llevó como grano navegante.
Pudimos no encontrarnos en el tiempo.
Esta pradera en que nos encontramos,
oh pequeño infinito! devolvemos.
Pero este amor, amor, no ha terminado,
y así como no tuvo nacimiento
no tiene muerte, es como un largo río,
sólo cambia de tierras y de labios.
Pablo Neruda, Cien sonetos de amor, soneto XCII (1959)
Imagen 1: Almela Costa (1900-1989), Crisantemos.
Imagen 2: Pedro Cano (1944)