Uno de los libros que más me fascinaba mirar y remirar cuando era bien pequeña era un gran tomo con muchas fotografías que había por mi casa que estaba dedicado a las maravillas del mundo. Lo que no sabía es que algunos de los grabados que contenía los había realizado uno de los arquitectos austriacos más reconocidos, Johann Bernhard Fischer von Erlach (Graz, 1656-Viena, 1723). Algunos de esos grabados luego los tuve que estudiar en la carrera, como es el caso de la reconstrucción de la famosa estatua crisoelefantina de Zeus en el templo de Olimpia realizada por Fidias. Creo que aquel libro que tenía mi padre fue en parte culpable, entre otras muchas causas, de que terminase estudiando Historia del Arte.
Estos grabados los publicó Fischer von Erlach en su libro Entwurf einer historischen Architektur (Bosquejo de una Arquitectura Histórica) editado en 1721 en Viena. Consta de cinco volúmenes con ilustraciones y comentarios y está considerada como la primera historia universal comparada de la arquitectura, con gran influencia posterior. Un verdadero anticuario de los monumentos en cuyo Entwurf, como ha señalado Françoise Choay, asocia la imaginación a una intuición histórica fundada en vastos conocimientos.
También tuve la suerte con el tiempo de conocer su arquitectura cuando visité Viena: la famosa iglesia barroca de San Carlos Borromeo o Karlskirche, o la Biblioteca Nacional austriaca, que fue terminada por su hijo. Una maravilla San Carlos que todavía podía haber disfrutado más si me hubiera atrevido a subir en un ascensor que habían habilitado pues se estaban restaurando los frescos de la cúpula... yo y mi miedo a las alturas.
Quería poner aquí algunos de esos grabados de las maravillas de la antigüedad. Sobre todo algunos de los que más me gustaban cuando era pequeña como el Coloso de Rodas o el mismo Faro de Alejandría, que ahora tenemos tan presente en la retina con el anuncio de la película de Amenábar.
Es la memoria lo que hace del hombre una entidad.
Sin ella sólo tenemos transformaciones aisladas.
Paul Valéry, Cahiers, III, 697.
El gran poeta francés Paul Valéry (1971-1945) creía que el pensamiento tiene "musculatura" y porque la tiene es preciso ejercitarla, tanto para evitar el anquilosamiento como para mostrar su fuerza. Por ello durante más de cincuenta años se levantaba de madrugada, entre las cuatro y las cinco de la mañana, y escribía durante tres o cuatro horas de temas diferentes. Disciplinaba así su mente en la quietud y en el silencio del alba, produciendo escritura pero también dibujos y pinturas.
Una sucesión ininterrumpida de notas que se acumulan en unos doscientos sesenta y un cuadernos y que constituyen el reflejo de toda una vida pues abarcan la variada y rica actividad de todo su pensamiento, con pretensión universalista y enciclopédica. Como ha señalado Sánchez Robayna: "es en la reproducción facsimilar de los manuscritos donde se percibe con claridad meridiana la multiplicidad del trabajo de sentido realizado por una mente que parece en continua efervescencia y que no cesa de interrogar los objetos del mundo y de interrogarse a sí misma".
Siempre me pareció Valéry un personaje curioso, muy propio de su época, puede que por su fascinación por la razón, como los hombres del siglo XVIII, como el propio Goethe, al que se le ha comparado, pues ambos también fueron hombres de letras fuertemente atraídos por las ciencias. Aquellos hombres de principios de siglo que creían en el positivismo y en la internacionalización de las ideas.
En cierto sentido me da pena tener abandonada esta bitácora puesto que es muy bueno ejercitar la escritura, el pensamiento y la memoria cada día, si uno se lo propone firmemente. Lo malo es el cansancio que hace que se cierren los ojos como ahora... y no saber ya ni lo que una escribe. Ya queda muy poco para que terminen estos días de trabajo intensivo...
Mary Shelley: ¿Qué le ha pasado a Allegra? No me lo digas. No quiero saberlo. No puedo más.
Lord Byron: Allegra ha muerto, Mary. No quería compartir este dolor porque nadie puede hacer nada, ni por ella ni por mí. Tu dolor es tan inútil como mis palabras.
M.S.: Lo sabía. Ha sido él.
L.B.: ¿Él?
M.S.: En contra de la naturaleza di vida a esa infame criatura. Es el fruto de mi pretensión y orgullo. ¡Byron, nunca debí hacerlo!
L.B.: Estás cansada, Mary. Te comprendo. Yo también. Pero no fue la literatura lo que mató a Allegra. Murió hace una semana.
M.S.: Estoy hablando de mí. Esa criatura está dentro de mí. Puedo reconocerle. ¿Por qué mi hijo? ¿Por qué Allegra? Yo sólo sentía amor.
L.B.: Venga, Mary.
M.S.: Convence a Shelley de que no salga a navegar.
L.B.: Lo intentaré pero no me hará caso.
M.S.: Shelley vio la criatura en el convento. Yo también la vi. Vi el cadáver de Shelley devorado por los peces. Y a ti también, Byron. Vi tu cuerpo que yacía descuartizado en una habitación de paredes blancas. Ya sé de qué es mi criatura y el espíritu que la mueve. Todo viene de mí. Siempre he sido yo, desde mi nacimiento cuando maté a mi madre cuando me dio a luz. Mucho antes de que ella empezara a vivir fuera de mí. ¡No puedo detenerla! Dios mío, ¿qué puedo hacer?
L.B.: Si has tenido poder para escribir nuestro destino ten ahora fuerza para aceptarlo.
La verdad es que Ava Gardner no cantaba tan mal... Curioso el pasaje de su vida en la que cuenta la siguiente anécdota:
"Ava: My Story"
"Now, I can sing. I do not expect to be taken for Maria Callas, Ella Fitzgerald, or Lena Home, but I can carry a tune well enough for the likes of Artie Shaw to feel safe offering to put me in front of his orchestra. But since Julie's two songs, "Bill" and "Can't Help Loving That Man," are so beloved by everyone, I decided to work as hard as I could to fit the bill. I even found this marvelous teacher, who'd worked with both Lena and Dorothy Dandridge, and we slaved away for several weeks and produced a test record of those two songs.
Then, rather nervously, I took my life into my hands and gave the record to Arthur Freed himself, God Almighty of musical productions. I don't think the son of a bitch ever even listened to it He just put it on a shelf and delivered the usual studio ultimatum: "Now, listen, Ava, you can't sing and you're among professional singers." So that settled that one.
Or did it? Because the singer they'd chosen to dub my singing had a high, rather tiny voice, totally inappropriate when it was paired with my own speaking voice. The studio spent thousands and thousands of dollars and used the full MGM orchestra trying to get this poor girl right. I mean, there was nothing wrong with her in the first place, except for the obvious fact that she wasn't me.
Finally, they got Annette Warren, this gal who used to do a lot of my singing off-screen, and they substituted her voice for mine. So my Southern twang suddenly stops talking and her soprano starts singing - hell, what a mess.
When it came to the album version of the movie, things got even worse. Being a great fan of Lena's, I had copied her phrasing, note for note, on my test record. So they took my record imitating Lena and put earphones on her so she could sing the songs copying me copying her.
But Metro soon found out that they couldn't legally release the album with my name and image, as they called it, without my voice being part of the package. So then I used earphones to try to record my voice over her voice, which had been recorded over my voice imitating her. I did it note for note, they wiped Lena's voice off the album, and the record was a success. That's the way they worked in those days. And I still get goddamn royalties on the thing!"
¡Qué disparate! Porque luego sí pusieron su voz en el disco de la banda sonora de la película... Parece ser que únicamente cantó con su voz en Forajidos, ya que en las demás películas la Metro siempre prefirió que fuese doblada. Para ella aquello siempre fue una frustración... Escuchando las dos versiones y a pesar de ser consciente de las limitaciones de su voz, me quedo con la versión de Ava.
Ava Gardner doblada por Annette Warren Magnolia (Show Boat, Georges Sidney, 1951)
En este poema los versos se mecen,
van y vienen
como las olas del mar.
Hasta terminar
en un naufragio...
En una infinita tristeza
mientras,
la rusa melodía
de junio
se recrea en soledad...
Barcarola
Pablo Neruda
Si solamente me tocaras el corazón,
si solamente pusieras tu boca en mi corazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu lengua como una flecha roja
allí donde mi corazón polvoriento golpea,
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando,
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste;
si tú soplaras en mi corazón, cerca del mar,
como un fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado, a la orilla del mar, llorando.
Como ausencia extendida, como campana súbita,
el mar reparte el sonido del corazón,
lloviendo, atardeciendo, en una costa sola,
la noche cae sin duda,
y su lúgubre azul de estandarte en naufragio
se puebla de planetas de plata enronquecida.
Y suena el corazón como un caracol agrio,
llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto
esparcido en desgracias y olas desvencijadas:
de lo sonoro el mar acusa
sus sombras recostadas, sus amapolas verdes.
Si existieras de pronto, en una costa lúgubre,
rodeada por el día muerto,
frente a una nueva noche,
llena de olas,
y soplaras en mi corazón de miedo frío,
soplaras en la sangre sola de mi corazón,
soplaras en su movimiento de paloma con llamas,
sonarían sus negras sílabas de sangre,
crecerían sus incesantes aguas rojas,
y sonaría, sonaría a sombras,
sonaría como la muerte,
llamaría como un tubo lleno de viento o llanto
o una botella echando espanto a borbotones.
Así es, y los relámpagos cubrirían tus trenzas
y la lluvia entraría por tus ojos abiertos
a preparar el llanto que sordamente encierras,
y las alas negras del mar girarían en torno
de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos.
¿Quieres ser fantasma que sople, solitario,
cerca del mar su estéril, triste instrumento?
Si solamente llamaras,
su prolongado són, su maléfico pito,
su orden de olas heridas,
alguien vendría acaso,
alguien vendría,
desde las cimas de las islas, desde el fondo rojo del mar,
alguien vendría, alguien vendría.
Alguien vendría, sopla con furia,
que suene como sirena de barco roto,
como lamento,
como un relincho en medio de la espuma y la sangre,
como un agua feroz mordiéndose y sonando.
En la estación marina
su caracol de sombra circula como un grito,
los pájaros del mar lo desestiman y huyen,
sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes
se levantan a orillas del océano solo.
Piotr Illich Tchaikovsky - Las Estaciones (Op. 37 Bis, 1876)
6. Junio (Barcarola)
El genio de Velázquez no está, como el de los otros, en guerra; sin nada violento ni contrastado carece, pues, de brillo, de signo, de señal. Por eso la comprensión auténtica de su obra, de esa obra que no tiene dificultad ninguna, es, sin embargo, tan difícil. La falta de dificultades que hay en la obra de este desdeñoso sutil es lo que permite al hombre sencillo llegar, por lo menos, hasta donde la obra comienza; lugar modesto, si se quiere, pero nada falso, y a donde el artistizante no se asomará nunca.
Hemos dicho que no se trata aquí de un gusto personal; extremando las cosas podría decir que la obra velazqueña casi no me gusta. El cuadro de "Las Meninas" o el paisaje azul de la Villa Médicis los considero la verdad, la verdad completa, es decir, son para mí mucho más que el propio gusto, ya que no se me oculta que mi gusto, nuestro gusto puede muy bien ser una mentira. Pero tan lejos como está Velázquez de ser mi gusto, lo está también de ser una conclusión intelectuosa. No es ni mi gusto ni mi pensamiento, sino mi creencia.
Por cierto que no siempre tuve esa fe. Nuestras creencias son, sin duda, innatas y fatales, pero tardan en revelarse, ya que más que vivir, solemos pasar como por encima de nuestra vida; aunque también es posible que vivir no sea más que eso, que un constante renunciar, precisamente, a nosotros."