lunes, 9 de mayo de 2011

El alumno no se precipita

El alumno japonés trae consigo tres cosas: una buena educación, un apasionado amor por el arte elegido y una veneración incondicional para con el maestro. Desde los tiempos más remotos la relación entre maestro y discípulo constituye uno de los lazos fundamentales de la vida, por lo cual entraña una responsabilidad del maestro que rebasa con mucho los límites de la materia que enseña.
Al principio, lo único que se exige del alumno es que imite concienzudamente lo que hace el maestro. Poco amigo de prolijos adoctrinamientos y motivaciones, este se limita a unas breves indicaciones y no espera que el alumno haga preguntas. Tranquilamente observa sus tanteos, sin esperar ni independencia ni iniciativa propia, y aguarda con paciencia el crecimiento y la madurez. Los dos tienen tiempo: el maestro no apremia, y el alumno no se precipita.
Lejos de querer despertar prematuramente al artista, el maestro considera como su misión primordial convertir al discípulo en un artesano que domine absolutamente su oficio. La incansable diligencia del alumno facilita el logro de tal propósito. Como si no abrigase aspiraciones más elevadas, se deja imponer la carga con sorda resignación, para descubrir con el transcurso de los años, que las formas dominadas ya a la perfección no oprimen sino que liberan.
Bungaku Hakushi-Eugen Herrigel, Zen en el arte del tiro con arco (1948)

sábado, 7 de mayo de 2011

Her own way

Parece mentira, hago recuento de las entradas del blog, y al final termina la cosa estando muy mala. Bien entradito mayo y aquí que sigue la Wunderkammer adornada con nazarenos-huertanos. Que no es que la haya olvidado, para nada, que a veces me viene una idea a la cabeza, normalmente cuando la curiosidad anda alimentándose por ahí, tan feliz y ricamente ella, pero me pilla sin un ordenador cerca. O hay que ocupar el tiempo de tecleo en teclear otras cosas. Y una se pone a pensar que no vaya a ser que por escribir cosas insustanciales como ejemplifica este mismo párrafo, al lector se le vaya a poner la cara de Cary Grant cuando ve el escrito mecanografiado por su "chica viernes".
Además mi teléfono (mi querida Blackberry) está definitivamente roto. Sí, aquel que se mojó las pasadas navidades. Han sido meses de locura: a veces no iba la "e", otras tardaba media hora en reinicializarse, a veces le daba por pulsarse él solito y llamar a todas horas a mi amigo P.P. (menos mal que el pobre no pensaba mal de mí). Y no está la cosa como para comprarse uno nuevo, total, que esperando llegar a los puntos necesitados aquí sigo... con mi gozo en un pozo. Y el mundo 2.0 bastante dejado.
Bueno, he cumplido con el propósito de actualizar... algo.
Y como banda sonora qué mejor que pura música SOS 4.8... (y no me vengan con que no tocaron esa).